Rodolfo Casamiquela murió el 5 de diciembre, cuando ya casi cumplía 76 años, pues había nacido en Ingeniero Jacobacci el 11 de noviembre de 1932. Rudy, como se lo conoció desde chico en el seno de su familia, fue un investigador de tiempo completo, siempre curioso y atento a las cosas que se presentaban a su alrededor.
No era fácil encasillarlo en un solo rubro de la ciencia. Su formación, mayormente autodidáctica y convalidada con un doctorado en Ciencias en la Universidad de Chile, comprendía diversos aspectos de la biología, la antropología, la arqueología, la paleontología y la etnología. Le interesaba todo lo referido al hombre y su entorno, a través de los tiempos; al origen de la vida desde el comienzo del universo; a los rastros que los seres vivos han ido dejando sobre la corteza de la tierra; los vestigios de las lenguas perdidas, especialmente la tehuelche, que pudo aprender con sorprendente facilidad.
Casamiquela fue, sobre todo, un descubridor de pisadas, en el sentido amplio de esa expresión. Pero, también, dejó sus huellas propias, en una enorme cantidad de publicaciones de carácter científico y divulgativo, en las incontables conferencias ofrecidas ante auditorios de todo tipo, en iniciativas acerca de proyectos de investigación, montaje de exposiciones y campañas de relevamiento. Uno de sus mayores orgullos (tal vez el principal, en su vida profesional), fue el Museo “Jorge Gerhold”, naturalístico, antropológico e histórico de Jacobacci, que fundó con su tío (Gerhold, precisamente) en 1949, cuando tenía apenas 16 años pero ya despertaba en él la pasión por el rescate de piezas arqueológicas que encontraban, juntos, en sus excursiones de campo.
Un breve relato personal
En mayo de 2006 este cronista conversó largamente con Rodolfo Casamiquela acerca de los orígenes y riquezas de “su museo”. La charla también comprendió referencias a la historia familiar y resulta interesante la transcripción de algunos de sus tramos, donde destacaba la colaboración de los pobladores sureños para el hallazgo de restos fósiles.
“Una vez vino un minero que trabajaba por allí cerca y me dijo, mire Rudy yo me encontré con un hueso; otra vez fue don Alonso Mellado y me anunció: encontré esto y quiero que lo tengas. Yo tenía 16 años y desde entonces lo conservé durante muchos años, lo llevé al museo de La Plata para que lo vieran y resultó ser del primer dinosaurio pico de pato que se encontraba en el hemisferio sur, porque hasta ese momento sólo se ubicaban en Canadá. Fue un descubrimiento revolucionario”.
“La pieza más valiosa del museo es, posiblemente, una colección de pisadas fósiles que tienen 222 millones de años y son los antepasados de los mamíferos. Las pisadas fósiles, los rastros, es una ciencia que fue mi especialidad y que el paleontólogo común desprecia, porque como no la conoce le desconfía. Pero resulta que la impresión de un organismo vivo la deja el andar, y un hueso fósil deja la impresión de un organismo muerto. Entonces por la pisada yo puedo saber si un bicho galopaba; y si, en cambio, encuentro unos huesos de patas largas, fósiles, no puedo demostrar si galopaba. Allí (en esa colección) tenemos los andares más avanzados entre los reptiles. Son huellas que se encontraron en Los Menucos”.
“Jorge Gerhold era hermano de mi madre, uno de los menores, familia de origen austríaco. Mi abuelo era herrero artístico y se radicó en San Antonio Oeste, ya casado con una Reggiani de Patagones. Mi madre nació en 1908 y allá conoció a mi padre, René, oriundo de Río Colorado, de una familia pionera de esa zona. En 1928 mis padres se instalaron en Jacobacci, donde mi padre era representante de la firma Peirano, y con ellos fue mi tío, que se convirtió en el hombre más querido del pueblo. Un tipo de 1,91 metros de alto, con voz de barítono, pintoresco, trabajó llevándole los libros a papá, y después puso una papelería: y en la oficina empezó a juntar cosas. Pasó un mineralogista y clasificó las piezas, entonces se me ocurrió decirle a mi tío: y si armamos una exposición pública? Mi padre puso varias habitaciones del depósito para el museo que nació con el nombre de Ayufín Mapú, que quiere decir tierra querida. Mi tío murió joven, a los 44 años, era mi compañero de salidas, junto con Elías Chucair, unos años mayor que yo; mi hermano mayor, Héctor y mi hermano menor, René, con el que hice largos viajes.”
“Otro gran colaborador fue Eulice Inostroza, un excelente compañero en el campo, en esas salidas por caminos bravísimos, que se vino para Viedma cuando yo estaba en el CIC (Centro de Investigaciones Científicas) y después acompaño a Carlos Gradín y otros investigadores”.
La admiración por los viajeros
Si hubiese vivido en el siglo 19 Rudy Casamiquela hubiese sido un viajero naturalista, de aquellos que casi en soledad, a lomo de caballo o de mula recorrieron extensas y desérticas latitudes de la Patagonia. Por eso reconocía su profunda admiración por figuras como Florentino Ameghino (figura emblemática de la ciencia argentina, a la que le dedicó su propia fundación), el perito Francisco Moreno (tan luego fundador de los Parques Nacionales), George Musters (aquel aventurero inglés) o George Claraz (un suizo que cruzó la meseta de Somuncura).
Uno de los trabajos pendientes de Casamiquela era la reedición, comentada, del libro ”Diario de viaje a exploración a Chubut, 1865-1866” de Claraz. Siguiendo las huellas de este viajero, en noviembre de 2006, Rodolfo encabezó una expedición al bajo de Yamnago, al sur de El Caín, para localizar a “la vieja”, o piedra sagrada de los tehuelches. Con el acompañamiento de los vicegobernadores de Río Negro, Mario De Rege, y del Chubut, Mario Vargas, y la colaboración del Consejo de Ecología y Medio Ambiente (Codema) en la ventosa mañana del 14 de noviembre de 2006 un grupo de observadores estuvimos junto a la piedra y escuchamos una magistral invocación de Rudy en la lengua tehuelche. “Dame tus guanacos y avestruces, tus animales, cacica, favoréceme”, dijo en homenaje a aquellos altivos cazadores que hace un siglo y medio transitaban aquella latitudes. (ver foto)
Casamiquela y Atahualpa
El locutor y periodista Eduardo Reyes aportó su recuerdo.
“Tuve el placer enorme de conocer personalmente a Rodofo Casamiquela en Coronel Dorrego, durante una de las ediciones de la Fiesta de las Llanuras que se celebra anualmente en el mes de Octubre; estoy seguro fue entre los primeros de la década del sesenta, es decir hace mas de 40 años.
Casamiquela había sido convocado a dictar una conferencia en ese marco, y con su expresión amena, clara y precisa cautivó a quienes tuvimos la oportunidad de escucharlo. Luego de la conferencia vino la charla informal, rueda de mate y asado. Casamiquela deslizó en un momento que la región de Dorrego, especialmente la costa atlántica, en este caso Monte Hermoso, seguramente había sido habitada por animales prehistóricos, como megaterios. La gente de La Peña Nativista de Dorrego, tomó las palabras como un desafío y se acordó una expedición a la playa montehermoseña en un sector cuyo piso debía tener determinadas características, por lo que se decidió por una zona conocida como “las rocas”, Se organizó el viaje teniendo en cuenta la bajante plena de la marea para que el espacio a examinar fuese mayor. Grande fue la sorpresa de quienes integramos aquella expedición cuando al trasponer las dunas observamos numerosas pisadas que daban la impresión que un animal recién había pasado por allí. Se podrán imaginar nuestra sorpresa y admiración por quien con tanta certeza nos había hablado de ese tema.
Desde aquel momento tuve contacto en forma permanente con Casamiquela, traté de ilustrarme con sus libros, notas y otras publicaciones y debo afirmar sin temor a equivocarme que a través de esos trabajos logré conocimientos que han resultado mas que trascendentes para mi labor periodística.
Tuve además la dicha de haber podido concretar un trabajo con Casamiquela. Fueron 38 micro programas de 15 minutos cada uno, a los que por su indicación los titulamos “Lo folklórico y etnográfico en la Patagonia”; que grabamos hace alrededor de 20 años en Radio Nacional Viedma cuando me desempeñaba al frente de la misma.
También recuerdo que cuando llegué a Viedma con Atahualpa Yupanqui, para una actuación en el Centro Cultural, finalizado el recital se acercó Rodolfo y tuve el honor de presentarlos ya que si bien se admiraban mutuamente, nunca habían conversado personalmente.
Rodolfo me había comentado que en una instancia anterior, estando Yupanqui en Viedma, había visitado la casa de sus padres, compartiendo una velada con su madre (doña Ida) y otros amigos. Decía Rodolfo que su mamá le contaba siempre que en aquella oportunidad había tocado canciones muy antiguas en la cítara y que Yupanqui se había sumado, con su guitarra, para tocar temas de Juan Sebastián Bach.
Aquella noche, cuando presenté a Yupanqui con Casamiquela, don Ata enseguida preguntó “¿Y como esta su mamá? Me acuerdo de una vez que estuve en su casa, su mamá tocó la cítara en forma impecable y yo toque Bach con mi guitarra”. Los dichos del gran artista certificaron, para siempre, aquel relato”.
El recuerdo de Freddy Masera
El sociólogo Ricardo “Fredy” Masera sumó su evocación.
“Conocí a Rodolfo Magin Casamiquela en 1983, estaba trabajando con unos fósiles, contento con una enorme cabeza de no sé qué, la más grande que había hallado. Con el tiempo comenzaron esporádicos diálogos que se profundizaron en 1988 y permanecieron definitivamente con motivo de mi interés por el estudio de las mesetas patagónicas, empezando por Somuncurá. Paulatinamente, pasamos sin darnos cuenta a una relación amistosa, trasladada también a nuestras familias. Abrevé en sus conocimientos, en el asesoramiento que por su gran dominio científico en los más variados campos, me brindaba sin tapujos, como a todos. Hace tres meses ante una duda mía me tiró su último cabo, es decir, una idea salvadora. Otra base del diálogo era nuestra sufrida, frustrante preocupación por las políticas públicas, en amplio sentido. A ese diálogo le respondía con mi experiencia como militante político y como profesional permanente del Estado nacional y provincial. Por allí algunos temas los discutíamos fuerte y seguíamos como si nada. Pasaron los años y devinimos amigos, curiosamente manteniendo siempre el trato mutuo de ‘usted’. Aquí ya puedo decir que todo esto estaba atravesado por el humor que practicábamos sin parar, hasta actuando cariñosas y no tanto, alusiones a situaciones y gentes, o la amenización ‘de la conversa’ ensayando a dúo canciones de cualquier género. Tomábamos café en muchos bares, en los que se sucedían las reuniones de trabajo, pero era un joven tan antiguo que por allí se pedía un ‘submarino con baibiscuí’. Tuve en mi vida tres maestros y amigos, uno en la literatura: el poeta Francisco Chacho Rossi, otro en la política: el obrero metalúrgico Héctor Tristán y a Rudy Casamiquela en el áspero ámbito científico (todos muertos). Como dice una canción del uruguayo ‘el sabalero’ Carbajal: ‘Me siento tan solito…’ ” (Hasta aquí el aporte de Masera)
Rodolfo Casamiquela partió. Una enorme obra quedó como testimonio de más de 50 años de labor y pasión. Hay libros, artículos y grabaciones que recogen sus ideas. ¿Quién se encargará de hacer una recopilación ordenada? Es una tarea pendiente, para que no se malogre su esfuerzo, descartando respuestas fáciles.