Los acontecimientos que se relatarán en esta crónica (y su continuidad, el domingo venidero) ocurrieron hace 30 años. Las dos ciudades hermanas del río Negro, Viedma y Carmen de Patagones (o, si prefieren: Carmen de Patagones y Viedma) celebraron en abril de 1979 el bicentenario de la fundación. Uno de los íconos de aquella conmemoración es el monumento al fundador, don Francisco de Viedma y Narváez, que sigue allí plantado sobre la costanera viedmense.
La realización de la escultura y su posterior instalación fueron una parte de los trabajos encarados, con pasión, entrega laboriosa de muchas horas y absoluto desprendimiento de interés personal, por un grupo de vecinos de Viedma bajo la denominación colectiva de “Comisión del Bicentenario”.
El presidente y alma mater de esa entidad fue Vicente “Tito” Naím Pérez, quien hoy, a los 84 vitales años, recordó con precisión una serie de datos muy interesantes y aportó a cronista documentación de enorme valor.
Todo empezó en 1977
“En 1977 yo era presidente de la cámara de Comercio y realizábamos muchas gestiones por Viedma; pero, además, siendo amigo del padre (Raúl) Entraigas, gran historiador, tenía conocimiento de la proximidad del bicentenario de la fundación. Entonces nos empezamos a juntar con un grupo de vecinos, con participación en diversas entidades, y decidimos formar esa comisión a la que le pusimos de título: del Bicentenario de Viedma; faltaban dos años y ya empezábamos a trabajar” inició su relato Naím Pérez.
Añadió que “una de las primeras inquietudes fue encontrar los restos de don Francisco de Viedma y Narváez y como, por el padre Entraigas, teníamos conocimiento de su muerte en Cochabamba, en Bolivia, hicimos contacto con las autoridades de esa ciudad y, en particular, del hospital que lleva su nombre”.
Esa gestión se cumplió hacia septiembre de 1977 y dio lugar al hallazgo, en forma totalmente casual del sepulcro del ilustre fundador de Viedma y Patagones. El hecho está descrito en un recorte del diario “Los Tiempos”, de Cochabamba, con fecha del 14 de octubre de 1977, que el propio Vicente Naím Pérez tuvo la gentileza de proporcionar a Noticias de la Costa.
El hallazgo del sepulcro de Viedma
“Los restos del filántropo español don Francisco de Viedma, que vivió muchos años en Cochabamba, siendo su gobernador durante la época de la colonia y que falleció en el año 1809 fueron descubiertos ayer (13-10-77) en forma casual en un nicho ubicado en el ala izquierda de la capilla del Hospital Viedma en esta ciudad” señala la crónica del diario boliviano.
Sigue así. “El descubrimiento se realizó en forma casual, cuando el director de ese nosocomio, Dr. Ciro Zabala, a instancias de un organismo cívico de la ciudad de Viedma, provincia de Río Negro, de la República Argentina, buscaba algunos datos bibliográficos sobre la personalidad del filántropo español.”
“Según narra el Dr. Zabala desde hace varios días pretendía conseguir alguna documentación y ayer, en horas de la mañana, en forma casual solicitó a uno de los funcionarios del hospital que observe el interior de la capilla, a fin de conseguir algunos elementos de juicio para cumplir el pedido que le habían formulado”.
“Cuando algunas religiosas y otros funcionarios del hospital empezaron a tantear la pared del ala izquierda de dicha capilla escucharon el sonido característico de vacío, situación que motivó que el Dr. Zabala instruya se proceda a retirar la capa de yeso en el lugar mencionado” se extiende el artículo.
Y aquí viene lo mejor. “La sorpresa de los funcionarios del (hospital) Viedma fue mayúscula cuando encontraron una pequeña lápida de color negro, con letras de bronce que dice: Homenaje de gratitud del pueblo de Cochabamba a su filántropo, benefactor e ilustre gobernador, don Francisco de Viedma. Retirada la lápida se observó una pequeña urna de un metro de longitud aproximada. En el interior se encontraba un sudario, restos humanos y un papel que, luego de realizadas las investigaciones posteriores, resultó ser la ordenanza municipal que fue dictada por el presidente del Concejo Municipal, Ramón Rivero, en 1895, año en que se trasladó los restos de don Francisco de Viedma de la capilla de San Francisco a la capilla del hospital”.
Queda claro, de todo lo anterior, que la ciudad de Cochabamba, antiguamente conocida como Villa de Oropeza, recuperó los restos de su filántropo ex gobernador, y pudo reiniciar los homenajes que le correspondían, en virtud del trámite iniciado desde esta ciudad que orgullosamente lleva el nombre de su fundador.
Volvamos a los recuerdos de “Tito” Naím. “Nuestra máxima aspiración era traer esos restos a nuestra ciudad, pero dada la importancia histórica de don Francisco de Viedma para Cochabamba eso era imposible; y tuvimos que conformarnos con una urna conteniendo tierra de su sepulcro”.
Pensar en el monumento
Pero hubo otra inquietud que, enseguida, motorizó a la Comisión del Bicentenario: la creación e instalación del monumento que la ciudad le debía a su fundador. “No teníamos monumento, pero tampoco había ni siquiera una imagen en la cual basarse para mandar hacer esa obra” apuntó el entrevistado.
Un retrato con una versión figurada del rostro del andaluz se consiguió desde Bolivia y aquí lo mejoró el dibujante Rubén Martín Vispo, el paso siguiente era poner en manos de un equipo de trabajo todo lo relativo al monumento y llamar al concurso respectivo.
Recordó Naím Pérez que “se designó una subcomisión integrada por los ingenieros Mario De Rege y Tito José Mendioroz, y por el arquitecto José Enrique Garcia, y se convocó a concurso con fecha de cierre el 13 de abril de 1978, ganaron tres artistas plásticos de Buenos Aires y se pusieron a trabajar, hacia fines de ese año: hicieron el molde allá y acá, en el galpón de mi agencia de autos, en la calle Guido, se hizo el relleno”.
La obra estuvo lista para el mes de marzo de 1979, pero un inconveniente impensado surgió en ese momento: ¡se estaban haciendo obras de cloacas y desagües pluviales y la calle estaba cortada, y llovía muchísimo! Finalmente se logró poner tablones y sacar el monumento, realizado en hormigón, para llevarlo hasta su emplazamiento. La colocación sobre la base fue otra tarea compleja, tal como lo refleja la foto publicada (gentileza de la Fototeca de la Asociación Amigos de lo Nuestro) y se completó recién un día antes de los festejos del 22 de abril de 1979.
La ubicación de la escultura
“Mientras el monumento estaba en marcha apareció una cuestión que casi se convirtió en una polémica. ¿En donde íbamos a emplazar la obra? Yo proponía que fuese en el medio del río, enfrente de las dos ciudades, como en una especie de islote artificial como la estatua de la Libertad, en Nueva York. Pero Cándido Campano, vicepresidente de la comisión, decía que tenía que ser en el lugar de la fundación del primer fuerte, enfrente del Centro Cultural; y otros opinaban que debía estar cerca del puente carretero, en construcción por aquellos tiempos” aportó, nuevamente desde su memoria, el amigo Tito.
La cuestión se zanjó por la vía de una encuesta pública, donde los vecinos tenían que marcar su preferencia y colocar en una urna instalada en la cámara de Comercio. “Por unos pocos votos ganó la idea de Cándido y allí está, desde entonces, el monumento que Viedma le debía a su fundador” concluyen los recuerdos de Vicente Naím Pérez.
En el interior de la base, proyectada por el ingeniero De Rege, se colocó un cofre que contiene recortes periodísticos de la época y un acta firmada por todos los miembros de aquella Comisión del Bicentenario, con la intención de que sea rescatada al cumplirse 50 años de su inauguración, es decir dentro de dos décadas.
La única placa existente
En los solemnes actos del 22 de abril de 1979 fueron colocadas, en el basamento, 32 placas de homenaje en nombre de diversos organismos y entidades públicas. En tiempos recientes fueron hurtadas casi la totalidad de esas placas, para traficarlas por su contenido de bronce (la imagen actual del monumento con su base plagada de grafitis así lo muestra), y como curiosa paradoja, sólo quedó firmemente adherida, aquella en donde figura la nómina completa de aquellos integrantes originales de la Comisión del Bicentenario.
Ellos eran: Vicente Naím Perez, presidente; Cándido Campano, vicepresidente; Luis Zaina, secretario; Mario Lini, prosecretario; Mary Callupil, tesorera; Rolando Quaranta; protesorero. Felipe Salinas, María Fagés de Sacco, Casilda Leuce de Crespo; Osvaldo Casamiquela, Omar Crespo, Rolando Barabino, Hilda Arró de Salazar, Bernardo Jacobson, Carlos Balogh, Graciela Campano, Olga Rico, Mario De Rege, Enrique García, vocales. Oscar Peña, secretario de actas.
Muchos de estos vecinos han fallecido en el transcurso de estas tres décadas, pero no debe extinguirse el reconocimiento de la comunidad de Viedma, no tan sólo por el monumento que legaron a la ciudad, sino porque la comisión continuó en el tiempo realizando otras obras, como la recuperación de la Biblioteca Popular Mitre y de una parte de la Manzana Histórica, convertida en el Centro Histórico Cultural Salesiano que alberga los museos Cardenal Cagliero; Gardeliano, Lisandro Segovia; y del Agua y del Suelo, Osvaldo Casamiquela.
Una estampilla para el recuerdo
Otra de las iniciativas del dinámico grupo fue que el Correo Argentina emitiera, en octubre de 1979, una estampilla conmemorativa. La imagen del monumento aparece en el centro del sello, con la leyenda “1779-Fundación de Viedma y Carmen de Patagones-1979” No hay constancias sobre la cantidad de ejemplares que circularon de esta pieza postal, de 500 pesos de entonces (los de la ley 18.188), pero es muy probable que varios miles hayan circulado por el país con cartas de distinto tipo.
Un retrato con una versión figurada del rostro del andaluz se consiguió desde Bolivia y aquí lo mejoró el dibujante Rubén Martín Vispo, el paso siguiente era poner en manos de un equipo de trabajo todo lo relativo al monumento y llamar al concurso respectivo.
Recordó Naím Pérez que “se designó una subcomisión integrada por los ingenieros Mario De Rege y Tito José Mendioroz, y por el arquitecto José Enrique Garcia, y se convocó a concurso con fecha de cierre el 13 de abril de 1978, ganaron tres artistas plásticos de Buenos Aires y se pusieron a trabajar, hacia fines de ese año: hicieron el molde allá y acá, en el galpón de mi agencia de autos, en la calle Guido, se hizo el relleno”.
La obra estuvo lista para el mes de marzo de 1979, pero un inconveniente impensado surgió en ese momento: ¡se estaban haciendo obras de cloacas y desagües pluviales y la calle estaba cortada, y llovía muchísimo! Finalmente se logró poner tablones y sacar el monumento, realizado en hormigón, para llevarlo hasta su emplazamiento. La colocación sobre la base fue otra tarea compleja, tal como lo refleja la foto publicada (gentileza de la Fototeca de la Asociación Amigos de lo Nuestro) y se completó recién un día antes de los festejos del 22 de abril de 1979.
La ubicación de la escultura
“Mientras el monumento estaba en marcha apareció una cuestión que casi se convirtió en una polémica. ¿En donde íbamos a emplazar la obra? Yo proponía que fuese en el medio del río, enfrente de las dos ciudades, como en una especie de islote artificial como la estatua de la Libertad, en Nueva York. Pero Cándido Campano, vicepresidente de la comisión, decía que tenía que ser en el lugar de la fundación del primer fuerte, enfrente del Centro Cultural; y otros opinaban que debía estar cerca del puente carretero, en construcción por aquellos tiempos” aportó, nuevamente desde su memoria, el amigo Tito.
La cuestión se zanjó por la vía de una encuesta pública, donde los vecinos tenían que marcar su preferencia y colocar en una urna instalada en la cámara de Comercio. “Por unos pocos votos ganó la idea de Cándido y allí está, desde entonces, el monumento que Viedma le debía a su fundador” concluyen los recuerdos de Vicente Naím Pérez.
En el interior de la base, proyectada por el ingeniero De Rege, se colocó un cofre que contiene recortes periodísticos de la época y un acta firmada por todos los miembros de aquella Comisión del Bicentenario, con la intención de que sea rescatada al cumplirse 50 años de su inauguración, es decir dentro de dos décadas.
La única placa existente
En los solemnes actos del 22 de abril de 1979 fueron colocadas, en el basamento, 32 placas de homenaje en nombre de diversos organismos y entidades públicas. En tiempos recientes fueron hurtadas casi la totalidad de esas placas, para traficarlas por su contenido de bronce (la imagen actual del monumento con su base plagada de grafitis así lo muestra), y como curiosa paradoja, sólo quedó firmemente adherida, aquella en donde figura la nómina completa de aquellos integrantes originales de la Comisión del Bicentenario.
Ellos eran: Vicente Naím Perez, presidente; Cándido Campano, vicepresidente; Luis Zaina, secretario; Mario Lini, prosecretario; Mary Callupil, tesorera; Rolando Quaranta; protesorero. Felipe Salinas, María Fagés de Sacco, Casilda Leuce de Crespo; Osvaldo Casamiquela, Omar Crespo, Rolando Barabino, Hilda Arró de Salazar, Bernardo Jacobson, Carlos Balogh, Graciela Campano, Olga Rico, Mario De Rege, Enrique García, vocales. Oscar Peña, secretario de actas.
Muchos de estos vecinos han fallecido en el transcurso de estas tres décadas, pero no debe extinguirse el reconocimiento de la comunidad de Viedma, no tan sólo por el monumento que legaron a la ciudad, sino porque la comisión continuó en el tiempo realizando otras obras, como la recuperación de la Biblioteca Popular Mitre y de una parte de la Manzana Histórica, convertida en el Centro Histórico Cultural Salesiano que alberga los museos Cardenal Cagliero; Gardeliano, Lisandro Segovia; y del Agua y del Suelo, Osvaldo Casamiquela.
Una estampilla para el recuerdo
Otra de las iniciativas del dinámico grupo fue que el Correo Argentina emitiera, en octubre de 1979, una estampilla conmemorativa. La imagen del monumento aparece en el centro del sello, con la leyenda “1779-Fundación de Viedma y Carmen de Patagones-1979” No hay constancias sobre la cantidad de ejemplares que circularon de esta pieza postal, de 500 pesos de entonces (los de la ley 18.188), pero es muy probable que varios miles hayan circulado por el país con cartas de distinto tipo.