martes, 17 de mayo de 2011

Pocho Lehner, recuerdos de surtidor, ciudad estudiantil, viajes y gobierno peronista

 Arriba, en la Unidad Básica del PJ en Viedma; abajo, crónica sobre la Ciudad Estudiantil.

 Arriba, en Holanda durante su viaje como conscripto naval; abajo, con Franco, cuando fue ministro
Omar “Pocho” Lehner, 73 años, cumplidos el pasado 11 de diciembre, es un vecino de Viedma muy conocido por su trayectoria política y profesional, en el ambiente de los contadores públicos. Es un hombre con visión crítica de la realidad, que se permite también una mirada cálida y nostálgica sobre su infancia y juventud.

“Mis bisabuelos llegaron de Suiza; venían con 3 hijos y acá tuvieron otros 6 más, entre ellos mi abuelo Luis Alberto Lehner, que se radicó en Viedma hacia 1890; y aquí se casó con una descendiente de daneses: Sofia Magdalena Jensen.
Mi abuelo Luis instaló en Viedma una barraca de compra y venta de lo que se llamaban ‘frutos del país´, es decir lanas, cueros y pieles. Estaba ubicada en la esquina de las actuales calles Moreno y San Martín, y la propiedad se extendía por toda esa cuadra hasta la calle Garrone, con depósitos, gallinero, la quinta y la casa familiar, sobre la otra esquina.
En mis recuerdos de la infancia está el olor fuerte de la lana sucia, acopiada en la barraca. Esa actividad continuó hasta fines de los años 40, y mi abuelo murió en 1952. Mi padre ya se había independizado, y se empleó con don Felipe Marqueti, que tenía negocio de venta de repuestos de auto en la esquina de Buenos Aires y Belgrano. Estuvo unos años allí y ya casado con mi mamá, Ana María Gianni, alquilaba una casa familiar sobre la calle Buenos Aires; allí nací yo y me acuerdo que yo recorría toda esa vereda en triciclo.
Después mi papá se traslada y pone su negocio propio en la esquina de Garrone y 25 de Mayo, así que de chico yo tenía un mundo familiar comprendido entre la casa de Garrone y Moreno, donde vivían mis abuelos Luis y Sofia; y Garrone con Belgrano, donde estaba la casa y comercio de mis otros abuelos: los Gianni, con almacén, despacho de bebidas y, fundamentalmente, la fábrica de chacinados.
Yo le daba trabajo a mi tío Gildo, que le decíamos Chilín, porque durante algún tiempo por una cuestión de salud de mi hermana mis padres viajaban seguido a Buenos Aires y yo me quedaba con mis abuelos, y me metía allí en la fábrica de chacinados para hacer lío. Se iba a la tablada de Viedma a buscar el chancho para hacer las facturas, y yo agarraba una cuchilla y cortaba pedazos de tocino y, también, de vez en cuando, un pedazo de algún dedo mío, en donde todavía tengo las cicatrices.
Tuve infancia y adolescencia con muchas ocupaciones diversas: por un lado ayudaba a hacer chorizos y por el otro, con mi viejo, despachaba nafta en el surtidor del taller mecánico y gomería de la esquina de Garrone y 25 de Mayo, donde hay actualmente una librería. Lo de mi papá era un complejo de distintas cosas para el auto: gomas, vulcanización, repuestos, aceites y combustible, que se extendía por esa vereda de la 25 de Mayo para el lado de Alsina, hasta llegar a lo de Marcelo Bagli y su imprenta.
También ayudaba en la confitería de de la sociedad conformada por Felipe Salinas y mi tío Chilín Gianni, que entre ellos eran cuñados, que tuvo la primera fábrica de helados de calidad en Viedma, sobre la calle Buenos Aires entre Belgrano y Saavedra. Allí yo ayudaba a lavar los platos y las copas de la confitería, y aprovechaba para servirme a gusto las papas fritas y los maníes de los copetines.
En el comercio de papá teníamos una máquina de vulcanizar, y con mi viejo aprendieron el oficio varios gomeros que siguieron trabajando durante muchos años. El trabajo era impresionante, recuerdo a mi padre cuando llevaba rodando los tambores de 200 litros de nafta para volcarlos en el tanque del surtidor.

La ciudad estudiantil
La escuela primaria la hice en el curso de Aplicación de la Escuela Normal y la secundaria en el Colegio Nacional, salvo el segundo año, que lo hice en el Nacional Manuel Belgrano de la calle Ecuador de Buenos Aires, mientras vivía en la Ciudad Estudiantil creada por Eva Perón y el general Perón.
Fue una experiencia impresionante, era un lugar de mucho confort, con gimnasio, pileta de natación y todo lo necesario para pasarla muy bien. Estuve un año, todo el 1952, con emociones muy fuertes como haber conocido personalmente a Evita y el propio Perón. El grupo que viajó de Río Negro, donde estaba con Magdaleno Ramos, Juan Carlos Joelson, Pancho Larrosa y otros, llegó un poco tarde cuando ya estaban ocupadas casi todas las instalaciones. Por eso nos mandaron a las habitaciones de un sector que no estaba todavía totalmente equipado, y yo tengo el recuerdo de Evita discutiendo con la gente de la mueblería Maple y con los responsables del equipamiento porque les exigía la rápida terminación de todo.
Pasaron unos meses y se produjo la muerte de Evita, a fines de julio de ese año 1952; a los alumnos de la Ciudad Estudiantil nos tocó hacer guardia de honor en el Congreso de la Nación en la capilla ardiente donde se velaban los restos de Evita.
Mi padre era peronista, era concejal y cuando se produjo la desaparición de Javier Echarren, que se perdió en el mar con su avión, le tocó pasar a ocupar la presidencia del Concejo que era equivalente al cargo de intendente.
Precisamente enfrente del taller, en donde está la farmacia Cévoli, funcionaba la Unidad Básica del peronismo, y yo concurría para colaborar en las tareas de doblar boletas.
En la Ciudad Estudiantil tuve también la oportunidad de conocer al general Perón. Había un túnel que comunicaba sus instalaciones con la Ciudad Infantil por debajo de una calle; un día Perón llegó de visita primero al hogar para los chicos y después pasó por el túnel. Yo me enteré que llegaba y salí corriendo para verlo llegar, bajé apurado las escaleras y tropecé, y me caí justo a los pies de Perón, que me dijo “Epa pibe!!!” y me ayudó a levantarme, mientras yo estaba rojo de vergüenza por el papelón que había hecho justo adelante del presidente.
En el Colegio Nacional de Viedma me recibí de bachiller en 1955; y para estudiar la carrera de Contador Público me fui a Bahía Blanca y estando allá me tocó el servicio militar, precisamente en la Marina. En la base yo estaba como oficinista y allí llegaban los pedidos de inscripción de los soldados conscriptos para entrar como marineros en el buque Bahía Thetis, en el viaje de egresados de la Escuela Naval Militar dando la vuelta al mundo. Así fue que me pusieron primero en la lista y tuve un viaje espléndido de alrededor de 5 meses, durante la presidencia de Arturo Frondizi, que fue a despedirnos al puerto. Cuando estábamos sobre la costa de Estados Unidos sobre el Pacífico el ministro de Economía, que era Alvaro Alsogaray, ordenó recortar los gastos y en vez de subir hasta el Canadá emprendimos el regreso.
La experiencia del viaje fue extraordinaria, porque me permitió conocer los principales puertos de Europa y América del Norte y también llegar a importantes ciudades como París y Nueva York.
Estuvimos de vuelta en 1959, retomé los estudios y me recibí en 1962. Apenas recibido volví a Viedma y enseguida ingresé a la dirección de Rentas, porque en Bahía Blanca mientras estudiaba ya había trabajado en la Dirección General Impositiva (DGI). En el año 1970 decidí renunciar al empleo público. No había contadores públicos afuera de la administración pública y creo que yo fui uno de los primeros en volcarse exclusivamente a la tarea privada; aunque tenía un contrato con el Poder Judicial para llevar sus cuentas, pero sin relación de dependencia.

El básquet
Jugué al básquet desde chico en Villa Congreso gracias a Yayo López que es el hombre que más ha hecho por el básquet de Villa. Empezamos saltando en el Rancho Grande, de Belgrano y Buenos Aires, y un día vino Yayo y nos fichó a todos y quedamos anotados; seguí jugando y así a los 16 años estaba integrando el seleccionado provincial que fue a jugar el Campeonato Argentino en Córdoba. El equipo lo integraban Elosegui, Cévoli, Piedra Buena, Sitanor, los Catellani. En Bahía jugué en Olimpo, en tercera de ascenso, y también practiqué rugby y algo de softbol.
En Viedma seguí jugando al básquet en Villa hasta principios de los años 70. Formé parte del equipo que salió campeón 4 años consecutivos, con el Chato Taraborelli, Pato Linares, Piqui Rossi, Spigariol, Alonso y Pesado, dirigidos por Jorge Stábile..

Con Franco
En 1973 me presenté como candidato a intendente de Viedma por el PJ y perdimos, este fue uno de los pocos lugares de la provincia en donde el peronismo no pudo ganar, ante el Partido Provincial Rionegrino, por la fuerte influencia del general (Roberto) Requeijo sobre la sociedad viedmense.
En esas mismas elecciones del 11 de marzo de 1973 fue elegido gobernador Mario Franco por el peronismo y pocos días después me ofreció el ministerio de Economía. Acepté y me puse a trabajar con muchas ganas, porque Franco fue un hombre que supo manejarse muy bien en el conflicto interno del peronismo, porque venía de la derecha pero no le negó participación a los otros sectores, como en mi caso, que venía de la Juventud Peronista de la Tendencia . Yo trabajé con absoluta libertad, era ministro de Economía y al mismo tiempo presidente del Banco de la Provincia, y no faltaban quienes iban a pedirle a Franco un préstamo y él me los remitía, pero sin presionarme, y yo resolvía según la real capacidad del solicitante, y cuando decía que un crédito no se podía otorgar jamás tuve un problema.
Hicimos cosas que dejaron una huella, como fue el apoyo presupuestario para el Plan de Salud sin restricciones, contando con el apoyo de toda la Legislatura en su momento.
En 1983 Osvaldo Alvarez Guererro me ofreció el ministerio de Economía, pero yo no quise aceptar porque había algunas diferencias de enfoques entre la UCR y el PJ. Lo respeté mucho y seguimos teniendo una muy buena relación hasta su muerte, incluso en algún tiempo compartimos el espacio político del Frente Grande”.
Este texto es la síntesis de la amena charla de Omar Lehner con el cronista, en una rápida recorrida por el territorio de sus recuerdos, que revela un perfil diferente del político.

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