jueves, 30 de julio de 2009

Hace 110 años la gran inundación produjo enormes daños en Viedma y Patagones

Imágenes que lo dicen todo, arriba la calle Roca de Carmen de Patagones; abajo la plaza Vintter (hoy Alsina) en el centro de Viedma. El agua arrasó con las dos poblaciones.
Hace 110 años, en julio de 1899, Viedma sufrió los efectos de una devastadora inundación que también cubrió la totalidad del valle inferior y las partes bajas de Carmen de Patagones. El desborde simultáneo del río Negro y la laguna El Juncal, ese inmenso mar de agua dulce ubicado a espaldas de la antigua Capital del Territorio, tuvo efectos tremendos y provocó un colapso institucional, en el que fue necesaria la intervención del presidente Julio Argentino Roca.


El 27 de julio fue el día más terrible, cuando las aguas desbordadas llegaron al punto máximo, de mayor altura. En Viedma la única edificación importante que logró mantenerse incólume al avance devastador de la formidable masa hídrica fue el Colegio de San Francisco de Sales, que había sido construido apenas nueve años antes en la manzana ubicada enfrente de la plaza Vintter, hoy llamada Alsina. En la esquina de las actuales calles Colón y Rivadavia, sobre el tablero de la pared de lo que fue la capilla del colegio y hoy alberga a la biblioteca popular Bartolomé Mitre, una placa señala: “Altura máxima de las aguas en la inundación de 1899”. Es un punto ubicado a dos metros sobre el nivel de la vereda. No hay ninguna otra huella del desastre. La reconstrucción posterior de la ciudad, a partir de agosto de aquel mismo año y con pleno apoyo oficial después del decreto del presidente Julio Argentino Roca del 9 de mayo de 1900, no dejó ningún testimonio físico de la inundación. Sólo se conservan algunas pocas fotos, como aquellas que fueron tomadas desde el observatorio meteorológico de los curas salesianos en el pináculo de la torre del reloj y en la zona portuaria maragata. La visión que muestran esos documentos es aterradora, todo es un mar, hacia el lugar que se mire.
El avance de las aguas
Las crónicas de los periódicos de la época y de los informes elevados por los sacerdotes a la inspectoría de la obra de Don Bosco permiten armar el relato cronológico de los acontecimientos.
La creciente del río, como consecuencia de intensas lluvias producidas en la alta cuenca del Limay en los meses de mayo y junio, avanzó desde el Alto Valle llevándose todo por delante. La población del Fuerte General Roca quedó inundada entre el 16 y el 20 de julio. La inauguración oficial de la línea ferroviaria desde Bahía Blanca hasta Roca, que se había previsto para el primero de julio con la presencia del propio presidente Roca (con el obvio homenaje a su persona), tuvo que hacerse sobre el tren a la altura de la localidad de Chelforó porque las aguas había cortado el terraplén de las vías.
El río venía hinchado y las inundaciones de sus valles se produjeron de acuerdo con la disímil altitud de cada una de las depresiones. El pueblo de General Conesa quedó totalmente bajo las aguas el día 23 de julio, pero en Viedma ya había alarma el 18. El gobernador José Eugenio Tello, cuya actuación en los momentos más críticos del desastre sería ejemplar, dispuso evacuar la sede de la Gobernación, que estaba ubicada en la esquina de las actuales calles 25 de Mayo y San Martín; y ordenó la construcción de terraplenes de defensa sobre la zona costera. Para el día 20 llegaban a Viedma las noticias de la destrucción total de Pringles (hoy Guardia Mitre) y San Javier.
Un relato impecable
Un anónimo cura salesiano fue el redactor del informe remitido a sus autoridades religiosas, donde se narran con detalles impecables algunos momentos de aquellas jornadas de desconsuelo y temor. Las citas fueron tomadas de un artículo del número 18, junio de 1997, de la revista “La Galera”, y las consultas ante historiadores de la orden de Don Bosco no lograron identificar al autor del escrito.
“El 1 de julio llegaron aquí las primeras noticias de la inundación y el día de la Virgen del Carmen (16) el río Negro comenzó a salirse de madre. La autoridad y la población entera no se dieron punto de reposo para conjurar el peligro, levantando por todas partes grandes terraplenes. (…) La tarde del día 21 empezaron las aguas a abrir brecha en los terraplenes que defendían el NO del pueblo y a inundar este en su parte más baja. La mañana del 22 vi desde nuestro observatorio avanzar rápidamente enormes masas de agua que al caer sobre el pueblo rompieron toda barrera y en menos de media hora todo quedó inundado”. “En las cárceles el agua subió desde los primeros momentos a dos metros, los presos se salvaron habiendo sido trasladados a Patagones debidamente custodiados. (...) En la plaza de la Gobernación (las aguas) subieron en pocos momentos a cinco metros. (...) El 23 no obstante la festividad del día que era domingo, todo el mundo, también nuestros hermanos y algunos de los niños más crecidos trabajaron con febril actividad para sacar de las casas y trasladar a lugar seguro lo que más pudieran. (...) El 24 llegó el vapor Pomona con algunos socorros, y 24 barcas para el salvamento. Accediendo a mis instancias las autoridades trasladaron a nuestras casas las oficinas de la gobernación, de la comisaría y del telégrafo con todo el personal respectivo. (…) El día 25 amanecimos aislados y rodeados por todas partes por las aguas, que cubren completamente la plaza Vintter, frente a nuestros edificios. Esta plaza, destinada a mercado, ocupa uno de los puntos más elevados de Viedma, así que al cubrirla las aguas, sólo quedaban todavía libres nuestras casas y la iglesia. El agua, en tanto, había llegado a los tres metros en la plaza, por lo que las autoridades valiéndose de la fuerza armada obligaron a las personas que aún quedaban a abandonar el pueblo, lo que hicieron también al momento las Hijas de María Auxiliadora y nuestros Hermanos, menos cinco que quedaron conmigo y con el ingeniero Schieroni” ”.
Otros párrafos del informe salesiano consignan que ·”al anochecer del día 26 el señor gobernador nos mandó una orden perentoria para que nos trasladáramos todos a Patagones, a excepción del ingeniero (se refiere a Eliseo Schieroni) y dos hombres que debían pasar la noche sobre una barca que se les había dejado de reserva. (...) Los días 27 y 28 aumentó la creciente y el agua subió a dos metros en nuestro Colegio. Y como si aún no fueran bastantes nuestras desgracias un viento huracanado acabó de poner la nota lúgubre a tamaño cúmulo de desastres y miserias”.
Ya para entonces la totalidad de la población de Viedma, estimada según las diversas fuentes históricas en unas 600 personas, había sido evacuada a Carmen de Patagones. Pero la elevada población maragata también sufrió los efectos de la crecida y el agua anegó todo el sector del puerto. Hay viejas fotos que muestran el patio interior del edificio que hoy ocupa el museo histórico Emma Nozzi convertido en una laguna, con un bote desde el cual se rescatan muebles y personas. El torrente también avanzó por la calle Roca hasta los primeros escalones del caserón de la familia Sassenberg, hoy conocido como el “castillo de Landalde”.
A pesar de la situación de emergencia las crónicas de la época no mencionan la existencia de ninguna víctima fatal. Solamente se encontró la referencia a una niña ahogada en el relato que, allá por 1979, efectuó a periodistas del diario “Río Negro” el viejo vecino maragato Otto Becker, testigo de la inundación cuando tenía unos pocos años de vida.
El gobernador Tello, que supervisó personalmente la evacuación y rescate, y con el ingeniero Schieroni organizó las débiles obras de defensa, instaló el gobierno del territorio de Río Negro en Patagones, pero a principios de agosto el gobierno nacional dispuso el traslado a Choele Choel. Ya para entonces las aguas estaban bajando y cuando llegó la primavera de ese año la gente empezó a reconstruir sus viviendas. En noviembre de 1899 el presidente Roca dispuso crear una comisión técnica que dictara un informe sobre el lugar más conveniente para el reasentamiento de la capital territoriana. El ingeniero Cesar Cipolletti opinó favorablemente por Choele Choel, mientras el ingeniero Luis Silveyra y el propio gobernador Tello votaron para que siguiera siendo Viedma y en ese sentido se volcó la decisión presidencial. Eugenio Tello defendió a Viedma ante el Gobierno Nacional con pasión y acertados criterios, muchos de ellos inspirados por su amigo el ingeniero Schieroni. Por eso a Tello se lo denominó el “refundador de Viedma” después de la catástrofe de la inundación del 99.
El desastre
Un artículo del periódico “La Capital”, de julio de 1922, relata que en aquellos momentos dramáticos “el gobernador Tello que andaba en un caballo overo ensillado con recado, recorriendo los suburbios de Viedma ya inundados a inmediaciones de lo de Humble, barrio de las piedras y cercanías de la chacra de Berreaute, tuvo conocimiento que la última defensa del pueblo construida en la parte oeste de la actual casa del doctor Hildemann y la de doña Canuta Centeno había sido arrasada por las aguas que invadieron seguidamente la plaza Alvear (actual San Martín) y casas que la circundaban”.
Acerca de las razones de la crecida y el arrastre de las aguas cabe consignar por último que no sólo cedieron las defensas de la costa sino que Viedma se vio anegada fundamentalmente por la salida de madre de la laguna de El Juncal, ese enorme espejo de agua ubicado a las espaldas de la ciudad, un poco más allá de donde hoy se encuentra el barrio Mi Bandera, que se extendía desde el Zanjón de Oyuela hasta cerca de la desembocadura. Había pasado la inundación, la capital del territorio empezó a reconstruirse, pero por delante los viedmenses tenían el gran desafío de secar la laguna. Hubo varios intentos y debates estériles, finalmente entre 1927 y 1928 se cerraron los boquetes que permitían el ingreso de agua y las obras de defensa. El escurrimiento y secado por evaporación de la gran laguna se demoró una década más.