Arriba la placa que recuerda al médico asesinado, abajo la crónica de época en "la Nueva Era"
El hecho que recordamos ocurrió el 24 de septiembre de 1916 y puede calificarse como magnicidio, palabra poco usual que hace referencia a la muerte violenta de una personalidad de mucho poder. En efecto aquel día, en horas de la noche, en su chacra de Laguna Grande fue asesinado el médico Luis Maroullier, importante hombre público de Patagones en aquellos tiempos.
Para la reconstrucción de este caso, que estremeció la tranquilidad de los pueblos de Carmen de Patagones y Viedma, se han tomado extractos del libro “Personajes de Antaño”, de José Scalesi; y de un recorte del periódico “La Nueva Era”, de la colección de Alfredo Lavoratornuovo.
Médico y emprendedor
“El insigne doctor en medicina Luis Maroullier, era un facultativo de procedencia vascuense-francesa con radicación en la zona en los primeros años del siglo XX” comienza el relato de Scalesi.
“Su actuación profesional la desarrollaba desde su consultorio instalado en las actuales cale Bynon y Olivera, prestando servicios también en el antiguo hospital local con actuación importante como colaborador en el Concejo Municipal respectivo en carácter de edil ad-honorem”.
“La circunstancia de ejercer sus múltiples actividades no era óbice para atender con asiduidad el establecimiento rural que orgullosamente poseía. El predio de referencia se halla comprendido sobre el conocido camino vecinal que se inicia en la alcantarilla ferroviaria y termina en La Baliza, para mejor expresar entre el paraje denominado El Saladero y el horno ladrillero de los hermanos Bellini”.
Scalesi describe con detalle el emprendimiento rural de Marouiller , que hacia la costa del río formaba “lenguas escalonadas de terrenos arenosos que permitían la plantación de viñedos variados, frutales de todo tipo, hortalizas y verduras en general”; pero también se extendía hacia la loma.
“Fácil resulta imaginarse, en virtud de las particulares características del medio, con pronunciados y numerosos desniveles, las enormes dificultades que debieron tener para emparejar el terreno, si se tienen en cuenta los primitivos y precarios implementos de que se disponía. Ambos sectores de cultivo intensivo eran atendidos por un ingenioso y extendido sistema de riego constituido por un poderoso motor Deutz monocilíndrico , alimentado a kerosene con mezcla de nafta. Este primordial implemento proveedor del agua estaba estratégicamente ubicado en las proximidades del río, ubicado dentro de un espacioso recinto construido con material común que ya ha sido demolido. (…) Representaba por su notable tiraje en pulgadas elemento principal para atender la provisión del líquido, que era destinado a la zona alta. Las dos cañerías eran convenientemente distribuidas hacia el almacenamiento pertinente, constituido por tanques australianos, desde donde se producía la correcta irrigación, extendida también para la atención del tambo y lechería que existían.”
Añade, para brindar una más completa impresión acerca de la importancia del establecimiento, que se cultivaban 12.000 cepas de vid y diversas variedades de fruta, y puntualiza enseguida que “durante el corto período de pleno apogeo productivo, entre los años 1914 y 1922, las faenas relativas al desarrollo, mantenimiento e incremento de los plantíos estuvieron a cargo de Carmelo Scalesi (padre del autor de estos apuntes), en compañía de su hermano Alfo y su padre Pedro”.
El drama
El suceso criminal que nos ocupa se produjo en “el apacible atardecer primaveral del 24 de septiembre de 1916” y tuvo como prolegómeno una costumbre consuetudinaria del doctor Marouiller: la de salir a recorrer la parte alta de la chacra, con una escopeta, en procura de cazar liebres, vizcachas y peludos.
Cuenta don José que “desde la vivienda familiar ubicada en la parte del bajo se escuchó el eco del lejano y retumbante, pero nítido, estampido de un arma de fuego, lo que hizo suponer el logro de alguna pieza por parte del cazador”.
“Transcurrida la tarde de ese funesto día, adentrada la noche y no habiéndose producido su regreso, se practicó el pertinente aviso a las autoridades policiales. Luego de una intensa y agotadora búsqueda nocturna, aproximadamente a las 3 de la madrugada del día subsiguiente consiguióse encontrar el cuerpo sin vida del infortunado galeno, que presentaba dos letales de gruesos perdigones del accionar de una escopeta Lupara de doble caño”.
Es fácil de comprender la consternación que habrá causado el hallazgo del cadáver de Maroullier y agrega la crónica de Scalesi que “efectuadas las averiguaciones del caso se produjo la detención de varias personas mayores, incluyendo a los propios locatarios (se refiere, seguramente, al cuidador y su familia) y en principio las sospechas recayeron sobre el popular agente policial Pimpinella, a raíz de haber incurrido en raras contradicciones y actitudes”.
“Tras denodados esfuerzos tendientes a lograr la individualización y captura del generador de tan lamentable hecho delictuoso, y con la importante ayuda de un hábil rastreador apellidado Iglesias se consiguió hallar al implicado, quien resultó ser el convecino Domingo Farinelli. Se arribó al total esclarecimiento luego de seguirse el rastro de las pisadas, impresas en el terreno arenoso del lugar por el calzado del victimario. La prueba se verificó a través del recorrido comprendido desde el sitio donde ocurrió la desgracia hasta la vivienda respectiva (unos 2 kilómetros) secuestrándose el arma de que se valió para ultimarlo…”
Naturalmente había que discernir también el móvil del asesinato, pero el autor del artículo citado, que recibió de su propio padre el testimonio memorioso, apuntó que “no fue posible determinarlo en profundidad” y menciona diversas hipótesis: una deuda impaga de Maroullier a su matador por trabajos de albañilería; un supuesto ajuste de cuentas encargado por un tercero; una cuestión de celos por la supuesta relación amorosa del galeno con una parienta del asesino; y una venganza porque el médico muerto, a través de su cargo de concejal, le habría dispuesto una clausura al prostíbulo que manejaba el mentado Farinelli, detrás de la fachada de una cancha de bochas y despacho de bebidas.
Lo concreto es que el acusado fue condenado a 25 años de cárcel, que cumplió en el presidio de Sierra Chica.
Tras la muerte de Maroullier su hija Regina intentó la administración de la chacra, sin lograr buenos resultados, la maquinaria impulsora de agua para riego se desarmó, el motor fue a parar a la usina de San Antonio Oeste y los caños se derivaron a una quinta de los hermanos Scalesi. En los años 60 el establecimiento pasó a manos de los hermanos Antonio y Julio Patriarca, que han convertido ese sector de Laguna Grande en un vergel digno de admiración, por el aprovechamiento de las tierras cercanas al río, adecuadamente regadas.
Gracias a la cordial atención de miembros de la familia Patriarca este cronista pudo visitar el antiguo galpón, que hizo construir en 1906 el propio Maroullier para caballeriza y depósito de forrajes, y actualmente es usado como garaje y bodega. Esta construcción fue convertida en improvisado salón de bailes populares en varias oportunidades, y Pepino Franco (de Los Millers) recuerda haber hecho allí sus primeras actuaciones cuando era adolescente.
Las exequias
Como se dijo al principio era el doctor Luis Maroullier un hombre muy relacionado, profesional y socialmente, en las comunidades hermanas de Viedma y Carmen de Patagones en aquellos años iniciales del siglo pasado. Su trágica muerte (un magnicidio, como lo hemos calificado) suscitó produjo sorpresa y dolor en los círculos altos de la sociedad. Por ello en el momento del entierro, en el cementerio maragato, hubo cinco emotivos discursos con elevados panegíricos hacia la figura del ilustre muerto. Tal como era el estilo periodístico de la época el semanario “La Nueva Era” le dedicó amplio espacio a la crónica del acto, en su edición del 1 de octubre de 1916.
Ante la tumba de Maroullier hablaron Ricardo Moriones, por la Municipalidad; el gobernador de Río Negro, Pedro Antonio Serrano; Enrique Mosquera, por el Consejo Escolar; Antonio Millán, por las escuelas del distrito; y Ambrosio Rucci, por la Sociedad Italiana.
De las palabras de Serrano, uno de los mejores oradores que hubo en la Comarca, se rescatan estos párrafos. Vale apuntar que este funcionario nacional vivía en Patagones, donde años más tarde sería intendente, y era amigo personal del difunto.
“Es así, con las frentes descubiertas y con el corazón envuelto en el crespón de los dolores hondos y unánimes, como han de traer los pueblos contristados este cuerpo inerme, que fue de un justo, para entregarlo al seno quieto y por siempre tranquilo del sepulcro. (…)
El doctor Marouiller era un espíritu dilecto y un hombre bueno. Por eso pocos serán los que no te lloren y, por eso, pocos serán más llorados. Amó esta su tierra adoptiva con su grande amor, sano y varonil. Le dio ya no su ciencia médica, para la expansión generosa de su propio contento de arrancar tanta vida a la muerte, tanta miseria al hospital. Le dio más. Veía en la limpidez de estos cielos, en la salubridad de estos aires, en la opulencia de estas frondas, en la corriente de estos cauces, un pedazo de su querida Champagne francesa”.
Poco después sobre la tumba fue colocada una placa de bronce donada por la Municipalidad de Patagones. En algún momento del siglo pasado los restos del médico fueron derivados al osario común y el recordatorio fue colocado en el pórtico de ingreso a la necrópolis de Patagones.
Pasaron casi 93 años, nadie recuerda al ilustre doctor Marouiller y allá, en Laguna Grande, la tierra que tanto amó respira los aires pacíficos de la anticipada primavera.
El hecho que recordamos ocurrió el 24 de septiembre de 1916 y puede calificarse como magnicidio, palabra poco usual que hace referencia a la muerte violenta de una personalidad de mucho poder. En efecto aquel día, en horas de la noche, en su chacra de Laguna Grande fue asesinado el médico Luis Maroullier, importante hombre público de Patagones en aquellos tiempos.
Para la reconstrucción de este caso, que estremeció la tranquilidad de los pueblos de Carmen de Patagones y Viedma, se han tomado extractos del libro “Personajes de Antaño”, de José Scalesi; y de un recorte del periódico “La Nueva Era”, de la colección de Alfredo Lavoratornuovo.
Médico y emprendedor
“El insigne doctor en medicina Luis Maroullier, era un facultativo de procedencia vascuense-francesa con radicación en la zona en los primeros años del siglo XX” comienza el relato de Scalesi.
“Su actuación profesional la desarrollaba desde su consultorio instalado en las actuales cale Bynon y Olivera, prestando servicios también en el antiguo hospital local con actuación importante como colaborador en el Concejo Municipal respectivo en carácter de edil ad-honorem”.
“La circunstancia de ejercer sus múltiples actividades no era óbice para atender con asiduidad el establecimiento rural que orgullosamente poseía. El predio de referencia se halla comprendido sobre el conocido camino vecinal que se inicia en la alcantarilla ferroviaria y termina en La Baliza, para mejor expresar entre el paraje denominado El Saladero y el horno ladrillero de los hermanos Bellini”.
Scalesi describe con detalle el emprendimiento rural de Marouiller , que hacia la costa del río formaba “lenguas escalonadas de terrenos arenosos que permitían la plantación de viñedos variados, frutales de todo tipo, hortalizas y verduras en general”; pero también se extendía hacia la loma.
“Fácil resulta imaginarse, en virtud de las particulares características del medio, con pronunciados y numerosos desniveles, las enormes dificultades que debieron tener para emparejar el terreno, si se tienen en cuenta los primitivos y precarios implementos de que se disponía. Ambos sectores de cultivo intensivo eran atendidos por un ingenioso y extendido sistema de riego constituido por un poderoso motor Deutz monocilíndrico , alimentado a kerosene con mezcla de nafta. Este primordial implemento proveedor del agua estaba estratégicamente ubicado en las proximidades del río, ubicado dentro de un espacioso recinto construido con material común que ya ha sido demolido. (…) Representaba por su notable tiraje en pulgadas elemento principal para atender la provisión del líquido, que era destinado a la zona alta. Las dos cañerías eran convenientemente distribuidas hacia el almacenamiento pertinente, constituido por tanques australianos, desde donde se producía la correcta irrigación, extendida también para la atención del tambo y lechería que existían.”
Añade, para brindar una más completa impresión acerca de la importancia del establecimiento, que se cultivaban 12.000 cepas de vid y diversas variedades de fruta, y puntualiza enseguida que “durante el corto período de pleno apogeo productivo, entre los años 1914 y 1922, las faenas relativas al desarrollo, mantenimiento e incremento de los plantíos estuvieron a cargo de Carmelo Scalesi (padre del autor de estos apuntes), en compañía de su hermano Alfo y su padre Pedro”.
El drama
El suceso criminal que nos ocupa se produjo en “el apacible atardecer primaveral del 24 de septiembre de 1916” y tuvo como prolegómeno una costumbre consuetudinaria del doctor Marouiller: la de salir a recorrer la parte alta de la chacra, con una escopeta, en procura de cazar liebres, vizcachas y peludos.
Cuenta don José que “desde la vivienda familiar ubicada en la parte del bajo se escuchó el eco del lejano y retumbante, pero nítido, estampido de un arma de fuego, lo que hizo suponer el logro de alguna pieza por parte del cazador”.
“Transcurrida la tarde de ese funesto día, adentrada la noche y no habiéndose producido su regreso, se practicó el pertinente aviso a las autoridades policiales. Luego de una intensa y agotadora búsqueda nocturna, aproximadamente a las 3 de la madrugada del día subsiguiente consiguióse encontrar el cuerpo sin vida del infortunado galeno, que presentaba dos letales de gruesos perdigones del accionar de una escopeta Lupara de doble caño”.
Es fácil de comprender la consternación que habrá causado el hallazgo del cadáver de Maroullier y agrega la crónica de Scalesi que “efectuadas las averiguaciones del caso se produjo la detención de varias personas mayores, incluyendo a los propios locatarios (se refiere, seguramente, al cuidador y su familia) y en principio las sospechas recayeron sobre el popular agente policial Pimpinella, a raíz de haber incurrido en raras contradicciones y actitudes”.
“Tras denodados esfuerzos tendientes a lograr la individualización y captura del generador de tan lamentable hecho delictuoso, y con la importante ayuda de un hábil rastreador apellidado Iglesias se consiguió hallar al implicado, quien resultó ser el convecino Domingo Farinelli. Se arribó al total esclarecimiento luego de seguirse el rastro de las pisadas, impresas en el terreno arenoso del lugar por el calzado del victimario. La prueba se verificó a través del recorrido comprendido desde el sitio donde ocurrió la desgracia hasta la vivienda respectiva (unos 2 kilómetros) secuestrándose el arma de que se valió para ultimarlo…”
Naturalmente había que discernir también el móvil del asesinato, pero el autor del artículo citado, que recibió de su propio padre el testimonio memorioso, apuntó que “no fue posible determinarlo en profundidad” y menciona diversas hipótesis: una deuda impaga de Maroullier a su matador por trabajos de albañilería; un supuesto ajuste de cuentas encargado por un tercero; una cuestión de celos por la supuesta relación amorosa del galeno con una parienta del asesino; y una venganza porque el médico muerto, a través de su cargo de concejal, le habría dispuesto una clausura al prostíbulo que manejaba el mentado Farinelli, detrás de la fachada de una cancha de bochas y despacho de bebidas.
Lo concreto es que el acusado fue condenado a 25 años de cárcel, que cumplió en el presidio de Sierra Chica.
Tras la muerte de Maroullier su hija Regina intentó la administración de la chacra, sin lograr buenos resultados, la maquinaria impulsora de agua para riego se desarmó, el motor fue a parar a la usina de San Antonio Oeste y los caños se derivaron a una quinta de los hermanos Scalesi. En los años 60 el establecimiento pasó a manos de los hermanos Antonio y Julio Patriarca, que han convertido ese sector de Laguna Grande en un vergel digno de admiración, por el aprovechamiento de las tierras cercanas al río, adecuadamente regadas.
Gracias a la cordial atención de miembros de la familia Patriarca este cronista pudo visitar el antiguo galpón, que hizo construir en 1906 el propio Maroullier para caballeriza y depósito de forrajes, y actualmente es usado como garaje y bodega. Esta construcción fue convertida en improvisado salón de bailes populares en varias oportunidades, y Pepino Franco (de Los Millers) recuerda haber hecho allí sus primeras actuaciones cuando era adolescente.
Las exequias
Como se dijo al principio era el doctor Luis Maroullier un hombre muy relacionado, profesional y socialmente, en las comunidades hermanas de Viedma y Carmen de Patagones en aquellos años iniciales del siglo pasado. Su trágica muerte (un magnicidio, como lo hemos calificado) suscitó produjo sorpresa y dolor en los círculos altos de la sociedad. Por ello en el momento del entierro, en el cementerio maragato, hubo cinco emotivos discursos con elevados panegíricos hacia la figura del ilustre muerto. Tal como era el estilo periodístico de la época el semanario “La Nueva Era” le dedicó amplio espacio a la crónica del acto, en su edición del 1 de octubre de 1916.
Ante la tumba de Maroullier hablaron Ricardo Moriones, por la Municipalidad; el gobernador de Río Negro, Pedro Antonio Serrano; Enrique Mosquera, por el Consejo Escolar; Antonio Millán, por las escuelas del distrito; y Ambrosio Rucci, por la Sociedad Italiana.
De las palabras de Serrano, uno de los mejores oradores que hubo en la Comarca, se rescatan estos párrafos. Vale apuntar que este funcionario nacional vivía en Patagones, donde años más tarde sería intendente, y era amigo personal del difunto.
“Es así, con las frentes descubiertas y con el corazón envuelto en el crespón de los dolores hondos y unánimes, como han de traer los pueblos contristados este cuerpo inerme, que fue de un justo, para entregarlo al seno quieto y por siempre tranquilo del sepulcro. (…)
El doctor Marouiller era un espíritu dilecto y un hombre bueno. Por eso pocos serán los que no te lloren y, por eso, pocos serán más llorados. Amó esta su tierra adoptiva con su grande amor, sano y varonil. Le dio ya no su ciencia médica, para la expansión generosa de su propio contento de arrancar tanta vida a la muerte, tanta miseria al hospital. Le dio más. Veía en la limpidez de estos cielos, en la salubridad de estos aires, en la opulencia de estas frondas, en la corriente de estos cauces, un pedazo de su querida Champagne francesa”.
Poco después sobre la tumba fue colocada una placa de bronce donada por la Municipalidad de Patagones. En algún momento del siglo pasado los restos del médico fueron derivados al osario común y el recordatorio fue colocado en el pórtico de ingreso a la necrópolis de Patagones.
Pasaron casi 93 años, nadie recuerda al ilustre doctor Marouiller y allá, en Laguna Grande, la tierra que tanto amó respira los aires pacíficos de la anticipada primavera.