lunes, 14 de junio de 2010

El mes de junio, jalonado de acontecimientos en la historia del periodismo gráfico de Viedma y Patagones

La Calle (arriba) que aparece el 15 de junio de 1979, como una voz alternativa al discurso de la dictadura militar; y El Nacional (abajo) que salió por primera vez en junio de 1925, y fue bastión del pensamiento militante del radicalismo, enfrentado con los gobiernos conservadores.
El mes de junio está marcado por importantes acontecimientos en la historia del periodismo gráfico en la Comarca de Patagones y Viedma. En 1879 apareció “El Río Negro” de los hermanos Guimaraens; pero hubo otros sucesos posteriores en esta misma época del año.

En 1925 y 1979, momentos de la historia argentina muy disímiles, aparecieron publicaciones que tendrían fuerte presencia en la región; y en 1937 se inauguró la imprenta que fue la más moderna de Carmen de Patagones y la zona, donde se editaron varios periódicos. Esta crónica intenta el homenaje a aquellos trabajadores gráficos y periodistas.
El Nacional de Martínez
Fue el 15 de junio de 1925 cuando apareció, en Carmen de Patagones, el primer número del diario “El Nacional” de Osvaldo Martínez. Este dato y otras precisas referencias fueron aportados a este cronista por Rolando “Tito” Martínez, hijo de aquel apasionado pionero del periodismo gráfico de la Comarca, en una larga charla allá por 2003.
“El Nacional” apareció como cotidiano hasta mediados de 1932, atravesó los últimos años de la presidencia de Marcelo Torcuato de Alvear, una parte del segundo mandato de Hipólito Yrigoyen y la primera etapa de la dictadura de Uriburu, levantando siempre las banderas de la UCR, en contra del golpe y del fraude. Una particularidad de esta publicación fue la de cambiar de nombre, pues de tanto en tanto aparecía con la denominación de “El Heraldo”. Porque había una determinada legislación (quizás hoy todavía vigente) que prohibía usar las palabras “Nación”, “Patria”, “Argentina” y sus derivados en las marcas de publicaciones u otros productos.
¿Quién fue Osvaldo Martínez, tipógrafo, impresor y redactor del diario El Nacional? Fue un activo y comprometido militante de la Unión Cívica Radical, gran admirador de don Hipólito Yrigoyen. Tanto que en setiembre de 1931, un año después del golpe militar que derrocó a Yrigoyen, fue detenido por la policía y trasladado a La Plata. Un hombre que se mantuvo toda su vida fiel a su pensamiento político y ocupó varias veces una banca como concejal de la UCR en el Honorable Concejo Deliberante de Patagones.
Osvaldo Martínez llegó a Patagones procedente de Venado Tuerto en el mismo año 1925 con apenas 30 años de vida y se hizo cargo de la imprenta abandonada por un tal Verón, en la esquina de Bynon y la actual calle Yrigoyen, por entonces Venezuela, en donde años más tarde estaría la estación de servicio de Malaspina, enfrente del Hotel Italia y del almacén de Abayú y Carmody.
“El Nacional” tenía ocho páginas, en formato grande tamaño “sábana” como “La Nueva Provincia”. “Tito” Martínez nos contó que la publicación se sostenía prácticamente por medio del trueque de publicidad por los elementos de subsistencia para la familia del editor. Así por ejemplo a cambio del aviso de Casa Los Vascos, siempre en el pie de la primera plana, se proveían en el tradicional negocio de España y Comodoro Rivadavia de todo lo necesario en materia de telas y vestimentas; del almacén de Malaspina sacaban los alimentos y así, en general...
Cuando se lo llevaron preso un grupo de amigos se hizo cargo de sostener la publicación diaria de “El Nacional” junto con su personal y no faltó tampoco el gesto solidario de un vecino de apellido Cristófaro, que tenía un almacén y le mandaba todos los días una caja con alimentos para asegurar que no le faltaran comida a su esposa y sus dos pequeños hijos.
Martínez recuperó la libertad algunas semanas después, y “El Nacional” siguió saliendo como diario hasta 1932, pero después, ya con algunas dificultades económicas y la presión de las circunstancias políticas del gobierno militar, decidió convertirlo en semanario. Pero a pesar de esas presiones no bajó el tono de su predica radical con fuertes enfrentamientos contra los conservadores, como se muestra en una reproducción en estas páginas.
En plena época del “fraude patriótico”, durante la “década infame” cuando era común la práctica de sacarle la libreta de enrolamiento a los peones rurales y otra gente de poca cultura cívica, para fraguarles el voto, “El Nacional” advertía, desde la portada, que ese documento no debe ser entregado a nadie.
En 1960 Osvaldo Martínez murió, pero sus hijos “Tito” y Enzo Néstor Julio, más conocido como “Tachuela” (este último todavía dedicado a la actividad tipográfica) lo siguieron hasta 1963, siempre como semanario.
La Heidelberg de Bagli
El 13 de junio de 1937 el local de la imprenta y papelería de César Bagli, sobre la céntrica calle Comodoro Rivadavia de Carmen de Patagones, se convirtió en escenario de una fiesta. Ese día se inauguró la más moderna máquina impresora de la región en ese tiempo, una Súper Heidelberg, importada de Alemania directamente a esta ciudad bonaerense.
César Bagli, italiano de nacimiento, había llegado muy pequeño a esta Comarca, con sus padres Tomás Bagli y Rosa Massini. En Buenos Aires realizó sus estudios de tipógrafo y allá mismo, en la calle Senillosa, instaló su primer taller. Hizo un pequeño capital y volvió a la comarca, donde la imprenta de Tomás Bagli e Hijos ya estaba acreditada. Pero prefirió abrirse camino solo y cruzó a Carmen de Patagones en donde ocupó una casa de la calle Comodoro Rivadavia casi esquina España y abrió su librería e imprenta; “solamente con una caja de sobres y un block de papel”, como solía recordar.
Empezó así en 1922 el desarrollo de una actividad empresarial que trascendió en lo social con la redacción, armado e impresión del periódico La Voz del Sud (además de otras publicaciones, por encargo de terceros); y se consolidó muy fuerte en lo comercial, porque sin dudas la calidad y puntualidad de sus trabajos tipográficos llamaba la atención en toda la región.
El progreso tuvo sus recompensas, a mediados de la década del ’30 César Bagli compra el amplio edificio de la calle Comodoro Rivadavia 292 y abre el salón de librería, papelería e imprenta más importante de esos tiempos.
En junio de 1937 inauguró allí, con un acto espléndido, la primera máquina impresora automática que llegaba a la región: una maravillosa Super Heidelberg, fabricada en Alemania, que podía imprimir cuatro mil hojas por hora, colocando las hojas sobre la platina a través de un sincronizado mecanismo de bombas de vacío. Para la instalación viajó especialmente desde Buenos Aires el mecánico alemán Helmut Jacob, enviado por la casa representante Curt Berger y Compañía, y la fiesta de presentación en sociedad, con la presencia de ilustres invitados, fue un acontecimiento social de relieve y ocupó la edición de La Voz del Sud del 17 de junio de 1937.
Como se estilaba por entonces hubo discursos. Habló Pedro Antonio Serrano, caracterizado vecino de Patagones, que fue gobernador del territorio de Río Negro y se afincó en la zona, cuyas dotes de orador eran famosas.
Entre otras consideraciones Serrano dedicó varios párrafos a realizar un paralelo entre la valoración de los pueblos por su importancia comercial y la existencia de bancos como evidencia de su prosperidad, y la valuación de una comunidad en mérito a la presencia de talleres gráficos de importancia. “Cuando se trata de inquirir el grado de adelanto de un pueblo podríamos preguntar: sus imprentas, sus casas tipográficas ¿son antiguas o modernas?; ¿cuentan con máquinas como las Marinoni de mi recuerdo o con elementos nuevos en las artes gráficas?; ¿tienen linotipos, máquinas múltiples Super Heidelberger?, ¿No las tienen?. Entonces su cultura general aún no ha alcanzado la verdadera jerarquía a que deben esperar.”
A partir de aquel día glorioso y durante varias décadas la poderosa Súper Heidelberger de Bagli imprimió no sólo La Voz del Sud, sino también los periódicos Tribunales, La Provincia, La Semana y el Boletín de la Municipalidad de Viedma.
La Calle de Livigni
El 15 de junio de 1979 a primera hora de una mañana muy fría, desde la Imprenta Apolo ubicada por entonces en calle Garrone 37 de Viedma, comenzó a distribuirse el primer número del periódico La Calle. En 16 páginas compuestas casi artesanalmente en plomo, con el uso de la linotipo para los textos y tipos móviles en los títulos, la publicación pasó a ocupar un espacio vacío en aquellos tiempos de plena dictadura, cuando la dos ciudades hermanas necesitaban la expresión de su pensamiento en torno a los temas del desarrollo económico y social. El director y alma mater de La Calle fue Omar Nelson Livigni, que venía de una larga trayectoria como informativista de radio Viedma, corresponsal de Clarín y conductor de espacios en Televiedma. Otros periodistas –Héctor Jorge Colás y Juan Carlos Ferrari- participaron en la etapa inicial, después pasaría Raúl Artola; y durante unos cuantos años estuvieron en la redacción quincenal Claudio García y este cronista; colaboraron esporádicamente Edalberto Ferrari, Tulio Galantini y Rubén Aguirre. La Calle recibió en sus páginas calificados intelectuales con sus notas especiales: Osvaldo Alvarez Guerrero; Eve Leone; Luis Lutz; Víctor Sodero Nievas; Eriberto de Pablo; Jorge Entraigas; Nilo Fulvi y tantos otros. Eran tiempos de dictadura y censura pero desde el primer número se registraron las opiniones de figuras críticas al régimen militar, como el obispo viedmense de entonces, Miguel Esteban Hesayne; y paulatinamente se incorporaron expresiones de pensamiento político, de todos los sectores partidarios. La Calle fue puntal del proceso de transición a la recuperada democracia, ejerciendo con justicia su lema de “Tribuna y Prédica para una región en marcha”.
La tarea de los gráficos –Horacio Forte, Darío Espinosa, los hermanos Calvo- bajo la conducción de Avelino Bender, fue esencial para que este periódico apareciera durante 10 años, con exacta puntualidad cada 15 días, hasta junio de 1989.
Durante el mes de junio han ocurrido estos hechos de relieve en la historia del periodismo gráfico de la región. Homenaje y reconocimiento a los gráficos y periodistas que fueron protagonistas de esos momentos.