domingo, 13 de marzo de 2011

Don Zatti, presente en el afecto popular 60 años después de su muerte


El venidero martes 15 de marzo se cumplirán 60 años de la muerte de Artémides Joaquín Desiderio María Zatti, más conocido como Don Zatti; bautizado popularmente como “el enfermero santo”, declarado formalmente como beato de la Iglesia Católica por el Papa Juan Pablo II el 14 de abril de 2002.


Cuentan las viejas crónicas que una nube negra de dolor cubrió a Viedma aquel 15 de marzo de 1951, cuando se supo que había expirado el querido coadjutor salesiano, tras varios días de agonía como consecuencia de un tumor hepático. Pero la muerte física fue superada por el afecto y el reconocimiento de la gente que lo trató, a lo largo del medio siglo que ejerció como enfermero y responsable del modesto hospital salesiano.
La acción solidaria de Zatti, atravesando guadales de los barrios en medio de las más fieras tormentas, sus acertadas curaciones en el hospital San José que sostuvo sobre sus hombros durante más de 40 años, su predilección por los más pobres y despojados de todo bien material, su fortaleza física y espiritual, los cientos de anécdotas que reflejan su proverbial humor ante la adversidad… en fin: todo un conjunto de datos que pertenecen al imaginario colectivo de Viedma. Hechos que cobraron identidad en el recuerdo afectivo de muchas familias, que se prolongan en el tiempo ante el testimonio permanente de personas que han logrado superar complejos trances de salud invocando su protección y elevándole oraciones.
Hay amor y reconocimiento hacia Zatti, porque se lo siente cercano y presente. Seguramente por ello es que nunca falta un ramo de flores en la base del principal monumento que lo recuerda, en la esquina de las avenidas Guido y Rivadavia, en uno de los ángulos del solar ocupado por el importante hospital público de Viedma, que acertadamente lleva su nombre.
En el interior del centro de salud su nombre es pronunciado continuamente, tanto en los labios de los pacientes como de los profesionales. Hace 6 años, cuando un jovencito de Patagones ganó una dura batalla contra la muerte, por las balas recibidas en su cuerpo por la demencial agresión de un compañero suyo de escuela, este cronista le escuchó decir a uno de los médicos de terapia intensiva que “Zatti pasó por aquí y P…. pudo reponerse, porque fue casi un milagro”.
Es difícil de entender, por ello mismo, que el actual director del hospital viedmense le ponga trabas a la iniciativa de la Asociación Amigos de Don Zatti, una entidad civil que sólo busca la recordación del beato, en el sentido de construir –dentro del predio del nosocomio- una pequeña capilla en donde los creyentes católicos puedan elevar sus prédicas religiosas. “Tenemos el plano, los materiales donados, el compromiso de un organismo para pagar la mano de obra, sólo nos falta la autorización del director, que tiene la carpeta en el último cajón del escritorio…” se lamentó uno de los directivos de la referida entidad.

Dos monumentos y un vitral
Las imágenes que recuerdan a Zatti son muchas, tanto en registros fotográficos como dibujos en lápiz y cuadros al óleo. Aquí en Viedma, en el sitio que el samaritano italiano eligió para su vida y su muerte, existen tres expresiones importantes realizadas en distintos tiempos por diferentes artistas y con técnicas disímiles.
El primer caso (para este cronista el más importante) es el monumento en bronce inaugurado en mayo de 1956, en la referida intersección de Guido y Rivadavia, que fue financiado por suscripción popular y se le encargo al calificado escultor Luis Perlotti (1890-1969). La obra tiene tres partes: el busto que muestra al enfermero con su beatífica sonrisa, sosteniendo un crucifijo en la mano izquierda y extendiendo la derecha en actitud de dar; acompañado por dos bajos relieves, que lo muestran en actitudes comunes de su vida, la atención de un paciente y la recorrida por un barrio, con su infaltable bicicleta.
El segundo caso es una escultura en cemento armado, que se inauguró en abril de 2002 en los jardines de la parroquia Don Bosco, sobre el boulevard Ituzaingó, con motivo de la beatificación. La obra, de dos metros de altura, representa a Zatti en un gesto de protección y solidaridad; está arrodillado sobre su pierna derecha y sostiene con sus brazos –al mismo tiempo apoyado sobre su muslo izquierdo- a un niño que descansa relajado y feliz, como aliviado de todo mal. Fue realizada por el arquitecto y artista plástico Alejandro Santana, por especial pedido del padre Lucio Sabatti, por entonces párroco de Don Bosco en esta capital. Cabe agregar que Santana es también el autor de las esculturas del gigantesco Vía Crucis de Junín de los Andes, en Neuquén.
El tercer caso, del año 2008, es el vitral colocado en el atrio de la misma parroquia de Don Bosco, santuario de los venerados restos de Zatti, que fue creado y realizado por el plástico Victor Hugo Davis, como una donación a la comunidad de Viedma. En el vidrio se representa el rostro sonriente del beato y también aparecen dos escenas de su vida.
El monumento ubicado en la esquina del hospital padece un cierto olvido municipal (dado que le corresponde al Municipio el mantenimiento de los espacios públicos) y se observan grietas en el revoque del basamento, roturas en la base, pintadas y manchas.
Susana Pazos, de la Asociación de Amigos, adelantó que este lunes un pintor contratado por la institución se encargará de darle “una lavada de cara” para el acto del día 15. Pero está haciendo falta una intervención urbana que ponga en valor el conjunto escultórico, disponga iluminación ornamental y otras mejoras. Don Zatti fue una figura destacada de la vida social de Viedma y merece ese reconocimiento. Es responsabilidad de la autoridad de la ciudad contribuir a venerar y respetar la obra de aquel hombre ejemplar, que nos protege desde algún rincón del espacio sideral.
Y algo más: tampoco tiene todo el cuidado correspondiente el monumento situado en puertas de la parroquia Don Bosco, y el presunto jardín que lo rodea es hoy solamente un yuyal. ¿Los salesianos también se habrán olvidado de Zatti?

Los recuerdos vivos
El ineluctable paso de los años aleja del mundo de los seres vivos a quienes tuvieron la dicha de conocer y tratar a Artémides Zatti. Por ello la Asociación de Amigos pone énfasis, en las previsiones para la conmemoración de este martes, (a partir de las 18,45) en el momento de los testimonios expresados de viva voz por los presentes. La finalidad es el rescate de historias personales y familiares que acerquen en el tiempo, seis décadas después, la querida figura del llamado “pariente de todos los pobres”.
En esta ocasión, una vez más, se percibirá la ausencia del maestro Juan Carlos Tassara (fallecido en agosto del 2007 a los 92 años) quien habitualmente relataba, con suma gracia y detalle, momentos de la vida de Don Zatti.
Por ejemplo aquella anécdota que transcurrió en la sala de operaciones del hospital San José. “Una vez, al entrar al quirófano dejó la puerta mal cerrada. El médico (el doctor Harosteguy) lle gritó, entonces, ¡Zatti por Dios la puerta!, él la cerró y volvió riéndose. Entonces el médico le preguntó, enojado ‘¿y ahora por qué se ríe?’. Y Zatti contestó, siempre sonriente, ‘porque al dejar la puerta abierta logré que se acordara de Dios, doctor”.
Tampoco estará el sacerdote Emilio Barasich, muerto hace un par de años, que alguna vez recordó esta preciosa estampa. “En diciembre de 1946 en Fortín Mercedes yo terminaba sexto grado, y una mañana estaba con otros dos compañeros llevando una tapa de hormigón armado, ellos aflojaron y no alcancé a aguantar el peso, entonces la tapa se me vino encima y me aplastó la mano izquierda. Enseguida se me hizo un hematoma y se puso toda morada, me llevaron entonces a la enfermería del colegio. Allí estaba de paso Don Zatti, ordenando un poco los medicamentos, me sonrió y me dijo “Oh, qué te pasa hijito” y me colocó una pomadita, me vendó y pareció que me estaba curando más con la palabra que con el remedio, y así a los pocos días ya estaba sano. Y esa mano, cuando pasaron los años, fue consagrada para poder levantar la hostia. Ese es mi recuerdo de Don Zatti, que se hizo presente con su gesto de cercanía, para curarme”.
El mismo padre Barasich (muy estimado por su labor como párroco de Carmen de Patagones entre 1999 y 2005) que sería uno de los principales testigos en el “juicio de beatificación” de Don Zatti, porque acompañó todo el tiempo al joven seminarista Carlos Bossio cuando entre febrero y abril de 1980 cayó enfermo con peritonitis y un cuadro de infección generalizada y se sanó por milagro por intercesión del enfermero coadjutor.
Quedan, por suerte, las historias transmitidas de boca en boca; muchas de las cuales fueron recogidas por María Cristina Casadei en su bello libro “Crónica de un ángel a pedal”.

Estar presentes
Este cronista se reunió, hace pocos días, con varios de los miembros de la Asociación de Amigos de Don Zatti, allí donde se levanta el monumento de homenaje tallado por Perlotti. Hugo Porro, presidente; Susana Pazos, secretaria; Olga Bocchi, tesorera; y las vocales Ana María De Rege y Patricia Simonini. Repasaron los aspectos principales de los actos del día 15, con la recordación de las 18,45 y después, a las 20, en la parroquia Don Bosco la celebración de la Santa Misa y Unción de los enfermos.
Para este puñado de viedmenses lo importante es estar presentes, no renegar de la memoria, no ceder ante el olvido y seguir bregando por el permanente reconocimiento al hombre que fue reconocido como beato, en los protocolos, y es santo en el corazón del pueblo.