domingo, 17 de julio de 2011

Para mirar a Viedma con los chicos, desde el balcón de la nostalgia

Dos de las magníficas ilustraciones de Juan Marchesi para esta original obra de Nancy Pague sobre la Viedma de los años 20, tercer libro de una serie.

Hace más de tres años Nancy Pague (profesora de Filosofía y Ciencias de la Educación) presentaba su libro “Desde el balcón, miradas al pueblo chico desde la Viedma de hoy”, con una bella recopilación de imágenes fotográficas sobre puertas, balcones y frentes de edificios de la década del 20. La autora ofrece, ahora, una propuesta del mismo tema dirigida a público infantil.


El nuevo trabajo se titula “Miramos desde el balcón cómo era Viedma en 1920” y en este caso no se apoya en fotos, sino en las excelentes ilustraciones de Juan Marchesi, con una propuesta tan antigua como amigable (que nos retrotrae a nuestros tiempos de infancia): “para leer y colorear”. Nancy, entusiasta como siempre, nos relató cómo fue el proceso de elaboración del libro, original hasta en su formato tipo cuaderno con espiral; y el propio Marchesi hizo algunas acotaciones que revelan el valioso significado de su tarea gráfica.
Una saga de la nostalgia
“Este libro es una especie de continuación de ‘Desde el balcón, miradas al pueblo chico desde la Viedma de hoy’ que a su vez tiene como antecedente directo al primero de la trilogía: ‘Viedma entre 1920 y 1930 en la memoria de don Cándido Campano’ y estoy realmente muy orgullosa de las tres obras, que cada una con un contenido y estilo diferentes procuran un mismo objetivo cómo es el de mostrarle a la población algunas raíces que permanecen invisibles pero sin embargo están presentes en las calles de nuestra ciudad” sostuvo Nancy Pague, en el inicio de la charla.
Agregó, sin ocultar su satisfacción, que “ahora, después de los dos primeros libros sobre esta temática, me encuentro con gente que me dice: camino por las calles viedmenses y descubro los frentes de edificios y los detalles de una arquitectura muy atractiva, con expresiones artísticas y artesanales muy valiosas”.
Recordó que, en el año 2008 con el segundo trabajo, se propuso documentar fotográficamente las evocaciones memoriosas de Cándido Campano, con quien había mantenido largas conversaciones entre 1989 y 1990, y reafirmó el compromiso “de profundizar el tema de la identidad de los viedmenses, a partir de mi propia actitud: la de una docente que llegó aquí como migrante hace más de 40 años, y tal vez en los primeros tiempos tuvo desinterés por los valores y tradiciones del lugar y ahora siento la necesidad de manifestar mi profundo amor y reconocimiento hacia la ciudad y su gente”.
Destinatario privilegiado
Nancy sostuvo que “se trata de un libro que tiene como destinatario esencial a los niños de nuestro lugar en el mundo, con una invitación a los adultos con la finalidad de que interesen a sus hijos, nietos y sobrinos; donde también hago una apelación al niño o a la niña que subsisten en el interior de cada uno de nosotros”.
“El hecho de haberme dirigido especialmente a los niños se fundamenta en mi convicción de que el sentimiento de permanencia a este lugar empieza a formarse desde la temprana infancia, y que la comunidad conformada por quienes fuimos migrantes hace tres o cuatro décadas necesita de este tipo de materiales y aportes” reflexionó después.
La autora puntualizó que “me parece que esta comunidad recién ahora está madurando respecto de su sentimiento de pertenencia, y es importante reforzarlo desde las niñas y los niños”.
“También me siento muy feliz por haber convocado a Juan Marchesi, ya que desde el mismo momento de la invitación tuve la seguridad de que realizaría un trabajo excelente, pero no podía imaginar que sus ilustraciones serían de tal envergadura, con 18 láminas maravillosas creadas especialmente en blanco y negro, con detalles minuciosos” afirmó.
El libro por adentro
“Miramos desde el balcón cómo era Viedma en 1920” repite la estructura general de los dos libros antecesores, con sendos capítulos destinados a las calles que corren paralelas al río y las que cruzan perpendiculares a la ribera. La descripción gráfica se abre, al igual que en los primeros trabajos de Nancy, con la presentación de una verdadera joya, tal como es el plano de cómo era Viedma en la década de los años 20 del siglo pasado, realizado artesanalmente por el arquitecto Hugo Grisetti.
El diálogo de la autora con los lectores menudos se inicia con una carta donde advierte que “si mirás el plano que está en la página anterior, podrás ver que los límites del Pueblo Chico eran la calle que hoy se llama Gallardo-Sarmiento (entonces San Juan), los boulevares Ayacucho y Sussini-Contín y la calle Alberdi. En realidad la mayoría de las construcciones (casas de familia, negocios y edificios públicos) estaban a 5 ó 6 cuadras del río”.
“¿Ves que el plano parece un cuadro colgado del río? Y observa: no había puentes. Para cruzar el río (nuestro río Negro, Currú Leuvu en lengua mapuche) había que hacerlo en canoa y las mercaderías que iban y venían del muelle de Patagones, que era donde atracaban los barcos, se transportaban en balsas, especie de lanchones que llevaban los frutos del país (lana, cueros, plumas, etc), las mercaderías que consumía la población y los vehículos que debían cruzar a una u otra orilla”.
Con este mismo tono coloquial propone internarse en las páginas del volumen y “mientras le ponés color a las ilustraciones podés volver a leer lo que dice de cada calle. Al colorear imaginá a los albañiles, herreros y carpinteros que la construyeron. Y cuando camines por sus calles y veas los edificios con las puertas, ventanas, rejas y balcones de ese tiempo pensá en esos artesanos y sentí que bueno es vivir en un lugar bello como nuestra Viedma. Y querela, y protegela, y sentite contenta/o de saber respetar lo que aquellos seres humanos hicieron con su esfuerzo y hoy podemos admirar y cuidar”.
Las páginas pares presentan los textos ágiles escritos por Nancy, con profundo sentido poético y evocaciones plenas de nostalgia, en una imaginaria conversación con cada una de las arterias que se describen. Por ejemplo, cuando “le habla” a la calle Belgrano dice “en tus cinco cuadras había varios almacenes y boliches; después de cruzar la San Juan (hoy Gallardo-Sarmiento) te convertías en una huella hecha entre los árboles, moras y rosales, que conducía a un lugar de la costa del río, con césped natural y buena playa, arbolada y segura”.
No es fácil para la autora elegir una de las espléndidas ilustraciones de Marchesi como la preferida, pero tras recorrer el libro se detuvo en las páginas 38 y 39 (esta última corresponde a la imagen con el epígrafe “Calles y carruajes en Viedma”) y comentó: “hay aquí un ejercicio de síntesis descriptivo que me parece extraordinario, como que en la misma lámina haya podido representar la calle Alvaro Barros con su movimiento y detalles variados, como un sepelio de coche fúnebre tirado por 6 caballos, el edificio de la cárcel vieja, uno de los pocos surtidores de nafta que había en aquellos tiempos, una tienda, casonas familiares y abajo, en primer plano, uno de esos carretones de 4 ruedas que eran los principales medios de transporte de carga”.
La conexión infantil
Nancy destacó que “el ejercicio de pintar y colorear sobre las imágenes en blanco y negro es una forma de conexión de la mirada infantil sobre los datos de la historia que aportan las figuras”. “Observo que muchas veces los chicos se entretienen coloreando los dibujos que nos llegan del exterior, del mundo Disney por caso, y me da pena que no se les ofrezcan imágenes con contenido nuestro; este libro hace una contribución en ese sentido. Que ojalá sea de utilidad” sostuvo.
Añadió que “cuando uno vive en un lugar se acostumbra al entorno y termina por no valorar lo que lo rodea, como nos pasa con la costanera y el río, que posiblemente no admiramos a diario y sin embargo llena de sorpresa y gozo a quienes nos visitan”.
También se refirió a la importancia de “volver a mirar los detalles de algunas puertas de madera labrada, como las del edificio histórico de la municipalidad de Viedma, que es una obra de arte”; y subrayó que “ese ejercicio lo podemos hacer acompañados por los chicos, como una forma de juego y recreación”.
El secreto de las casas
Toda una definición del espíritu literario que inspira los relatos de Nancy Pague está implícita en el texto de la página 7, como epígrafe de la foto del frente de una centenaria casona viedmense. “Abuela: ¿por qué las casas antiguas tienen paredes anchas y son tan altas? –Porque en invierno son más cálidas y en verano, más frescas; y porque las personas, desde sus ventanas altas, ven volar los pájaros y sienten que están más cerca del cielo”. Pero, además, como una despedida que aletea sentimiento, el cierre del libro lo constituye un poema de Yolanda Garrafa. “Rumores de miel y almendra secretean por las calles tierra al viento. Olor a pan fresco y a duraznos en las veredas y por los cercos y alamedas hasta el río. En la plaza, el bullicio de los nidos en las ramas”.
Un ilustrador encantado
Juan Marchesi admitió que “la tarea que me encargó Nancy Pague me encantó, porque me permitió meterme en un mundo pleno de sorpresas y me reencontró con la técnica de la ilustración de libros para niños, que realicé durante mucho tiempo en el principio de los años 70 y hacía mucho que no pacticaba”.
“Me pasé dos meses del último verano encerrado en casa, lo que me vino muy bien por otra parte porque mi piel no resiste mucha exposición al sol, trabajando sobre las fotos que me trajo Nancy para recrear aspectos de la vida cotidiana de Viedma en aquellos tiempos; lo disfruté mucho, hice un montón de apuntes y borradores, y al final quedaron las 18 láminas que están en el libro” describió.
También explicó que “usé la técnica tradicional de la pluma cucharita, con tinta china, que me enseñó el maestro Carlos Casalla, autor de inolvidables historietas como el Cabo Savino, y saqué del desván una vieja mesa de trabajo, con un vidrio iluminado desde abajo, que me permitió concentrarme mejor en cada dibujo. Fueron muchas horas maravillosas y realmente lo disfruté”.