Cuentan que un camionero que no conocía Carmen de Patagones en una noche de nieblas entró a la ciudad por el boulevard Juan de la Piedra y se llevó un susto mayúsculo. ¡De pronto se encontró con una enorme locomotora a vapor que se le venía encima!
La historia no es real, pero pudiera serlo. Para los habitantes de la comarca Patagones-Viedma no es motivo de sorpresa la presencia de ese armatoste en una plazoleta, muchas veces convertido en lugar de juego de los chicos. Pero vale recordar su historia, en estos tiempos en que acaban de cumplirse 87 años de su llegada triunfal, como signo del anhelado progreso.
El 22 de noviembre de 1921 arribó la primera formación de un tren a Carmen de Patagones y se rompió el aislamiento de estas dos ciudades con el resto del país, fundamentalmente con Buenos Aires y el gran puerto de ultramar del país. La fecha se constituye entonces como un hito del desarrollo económico y social de la región.
La llegada a la estación ferroviaria maragata en construcción de la formación impulsada por la locomotora inglesa número 3096, la misma que ahora se exhibe en la plazoleta del boulevard Juan de la Piedra y que puede ser considerada como “el monumento al ferrocarril”, fue un acontecimiento de multitudinaria repercusión. Porque había un clamor popular instalado en la comunidad maragata.
La máquina es de tipo ténder de tres ejes, rodado 2-6-0, clase 7-B para el Ferrocarril del Sud, fabricada por los talleres ingleses de Beyer Peacock, en Manchester, en 1901, dentro de una partida de 28 unidades similares, numeradas 3071 al 3098, según los prolijos registros del Ferro Club Argentino. La información disponible en la web señala que la locomotora llegó bajo la experta conducción del maquinista Juan Cambetta.
Los antecedentes
Hasta ese momento Carmen de Patagones dependía para sus comunicaciones con el resto del país casi exclusivamente de su puerto fluvial con salida al mar, dado que las conexiones terrestres hacia Bahía Blanca sufrían de graves impedimentos por el mal estado de los caminos de tierra y la precariedad de los vehículos automotores de esa época.
Pero, además, la llegada del tren se esperaba con natural y comprensible ansiedad desde una década antes.
La empresa inglesa de ferrocarriles “de Buenos Aires al Pacífico” tenía la concesión del ramal Bahía Blanca a Patagones y el primero de setiembre de 1912 había llegado con el tendido de las vías hasta Pedro Luro. Dos años más tarde, tras la fundación de la colonia agrícola promovida por el colonizador Hugo Stroeder, el ramal avanzó hasta la incipiente localidad del mismo nombre y, naturalmente, crecían las expectativas de la gente de Patagones porque presentía la cercanía del nuevo y moderno medio de transporte.
Téngase en cuenta que el ferrocarril significaba a posibilidad de conectarse con Buenos Aires en unas 15 horas, con un importante volumen de cargas; mientras que los viajes en barco demandaban cinco a siete días, según las condiciones climáticas. Además el tren podía levantar los “frutos del país” directamente de las poblaciones rurales, evitando el lento y costoso acarreo desde el campo al puerto de Patagones.
Pero la empresa ferrocarril Buenos Aires al Pacífico abandonó el tendido de vías en Stroeder y empezaron a transcurrir los años, generando inquietud entre las fuerzas vivas maragatas. En la denominada “punta de riel” llegaban a acumularse hasta 300 toneladas de mercaderías diversas que venían hacia Carmen de Patagones y esperaban su traslado en automotor o carros.
El dos de mayo de 1920 el entonces gobernador bonaerense José Camilo Crotto canceló la concesión al Ferrocarril al Pacífico, la traspasó a la empresa Ferrocarril del Sur y estableció el plazo improrrogable de 18 meses para que las vías llegaran a Patagones.
En apoyo a esta decisión se formó en Carmen de Patagones una Comisión de Opinión Pro Ferrocarril a Patagones, que el día 20 de mayo realizó una multitudinaria asamblea popular.
Los trabajos del tendido férreo avanzaron en los 85 kilómetros faltantes con ritmo intenso y cumpliendo el plazo para mediados de noviembre de 1921 la obra estaba prácticamente terminada. El 22 de noviembre fue, entonces, la fecha de la llegada de la formación experimental que venía probando las vías.
Jornada de fiesta popular
En la estación provisoria el convoy fue recibido por el intendente de Patagones, Antonio Barbieri; el gobernador del territorio de Río Negro, Víctor Molina; el presidente del Consejo Municipal de Viedma, Felipe Contín; el titular de la comisión Pro Ferrocarril, Pedro Antonio Serrano, el vicepresidente de esa entidad, Francisco Pita; y otras autoridades.
El juez de Paz de Patagones, Juan Malla fue quien levantó un acta del momento; habló Pita y tres ancianas damas maragatas fueron designadas como madrinas de la locomotora, ya bautizada aquel día como “La Maragata”: Carmen Correa de Guerrero, de 88 años; Matilde Martínez de Ibáñez, de 88; y Pilar Rial de Migue, de 74. Más tarde otra distinguida señora, Esther Bottazi de Auckland, acompañada por la señorita Zulema Crespo y los caballeros Benito J. Crespo y Pedro A. Serrano procedió a colocar simbólicamente un clavo de plata en el durmiente final del tendido de las vías, con los acordes marciales de fondo de la Banda de Música de la Policía del Territorio de Río Negro.
La crónica del periódico “La Capital” describe con lujo de detalles la algarabía vivida en la tarde de aquel 22 de noviembre de 1921 en la precaria estación patagonesa y relata que “en el pueblo era materialmente imposible conseguir un auto (de alquiler) para llegar a dicho punto, pues todos hacían continuamente viajes cargados con familias y cuando uno por casualidad regresaba desocupado era solicitado por varios peatones que se discutían el privilegio de ocuparlo”.
El magistral discurso del escribano y cronista Pita, autor del libro “Remembranzas”, editado en 1926, fue transcripto en forma completa por la citada publicación. En uno de sus párrafos, de vuelo poético, dice que “la primera locomotora está presente, viene en misión de unión y progreso (…) siéntense aún las palpitaciones de su gran corazón de acero. Es que tiembla de emoción al sentirse tan festejada por los moradores de estas tierras para ella hasta ayer desconocidas. Llega bulliciosa como una niña juguetona, después de haber ensayado silenciosa durante varios días su entrada triunfal en la ciudad. Es que tenía temor de espantar con sus silbatos y ruidos estridentes a los pacíficos moradores de extramuros. No quería molestar la placidez de los hogares de nuestras abuelas”.
Pero más allá del enorme entusiasmo de aquel día las poblaciones de las ciudades hermanas tendrían que esperar cinco meses, hasta el 21 de abril de 1922, hasta la inauguración de los servicios regulares de los trenes entre Plaza Constitución y Patagones. En esa otra fecha, también festejada con alborozo de autoridades y pueblo, la misma locomotora 3096 traccionaba la formación inicial.
La historia de la máquina se pierde entonces, porque no existen anotaciones sobre los servicios y ramales de la vasta red del Ferrocarril del Sud (FCS) que le fueron asignados.
Emma Nozzi y la recuperación
Es probable que el Ferrocarril Nacional General Roca (heredero del FCS) la jubilara por su obsolescencia hacia fines de los años 50, como ocurrió con todo el parque de locomotoras a vapor. En 1961 permanecía abandonada en alguna lejana playa ferroviaria (tal vez Remedios de Escalada, quizás Bahía Blanca) y surgió la inquietud de la directora del museo histórico regional de Carmen de Patagones, la inolvidable Emma Nozzi, con una idea concreta: traer de regreso definitivo a la noble maquinaria al pueblo que le había impuesto nombre propio y convertirla en pieza de admiración pública.
Rolando Raúl “Tito” Martínez se refirió a este episodio en su recopilación de crónicas, “Vivencias y algo más”, y precisó que ocurrió el 26 de abril de 1963, cuando la 3096 volvió a Carmen de Patagones, remolcada. Mencionó este cronista que las gestiones, ante la empresa Ferrocarriles del Estado, contaron con el apoyo del antiguo dirigente ferroviario Juan Mache, quien logró que el sindicato de maquinistas La Fraternidad absorbiera el costo de la operación. Apuntó, también, que Mache no pudo ver a la locomotora de nuevo en estas vías sureñas, pues falleció en 1962.
“La Maragata” quedó estacionada en una vía cerca de la mesa giratoria por mas de diez años hasta que un día, después de ser reacondicionada, fue colocada en una plazoleta construida al efecto, en el boulevard Juan de La Piedra, frente a la estación de ferrocarril. Esta gestión, importante por el despliegue logístico, se realizó durante la primera intendencia de Néstor Ezcurra (1973-76).
Casi dos décadas después la Comisión de Amigos del Museo, con fondos donados por Emma Nozzi (que no cobraba sus sueldos de directora y los donaba a la entidad) se hizo cargo de una completa restauración de los viejos hierros que tan importante servicios prestaron a Carmen de Patagones y toda la zona.
En fecha reciente, por iniciativa de la dirección de Patrimonio Histórico de la Municipalidad de Patagones, dieron inicio nuevas tareas de reparación y mantenimiento, todavía inconclusas. El monumento al ferrocarril sigue siendo un símbolo importante, que mantiene activa la memoria sobre una época de intenso progreso regional.