Este es el relato de Ervin Balogh, fundador de la empresa Ceferino, que actualmente realiza servicios urbanos e interurbanos entre Viedma y Carmen de Patagones, además de viajes de larga distancia a Buenos Aires.
“Por el año 1968 el Vasco Pappático había comprado dos colectivos viejos de La Puntual de Bahía Blanca, de la línea a Cerri, había sacado permiso en la municipalidad para una línea local, y le puso de nombre Ceferino. Empezó con el servicio el 9 de julio de 1968, pero después le vendió los colectivos a Guttmann y uno de los Cambarieri.
Un día yo me lo encuentro a uno de ellos en una estación de servicio, y le dije, en joda: che, cuando te cansés de andar en colectivo, avisame, porque en una de esas te los compro. Pero a los pocos días me lo cruzo de nuevo y salió el tema. El 15 de diciembre Guttmann y Cambarieri se me aparecieron en casa, dispuestos a hacer negocio. Eran dos colectivos con carrocería de madera, motor Perkins cadenero, del año 1946; a uno le habían arreglado el motor poco antes y andaba, el otro estaba parado. Arreglamos en tres mil pesos los dos coches, con el permiso transferido a mi nombre, y el chofer Fassolari bajo mis órdenes, empecé el 16 de diciembre de 1968”.
“Eran coches muy viejos, muy gastados, había que trabajar todo los días para arreglarlos, me tocó cambiar la caja de cambios en la madrugada para tenerlo listo a las seis de la mañana para arrancar. La cosa era cumplir los horarios, porque desde el primer día mi compromiso fue el estricto horario”.
Ervin no tiene dudas de que Ceferino Namuncurá lo ayudó, con su protección, pero la historia del emprendimiento no puede contarse en forma completa sin destacar la colaboración de doña Inés Bellini de Balogh, encargada de contar las monedas y atarlas en paquetitos para llevarlas al banco; y los tres muchachos que limpiaban los coches, colaboraban en las reparaciones y bien pronto, apenas llegaron a la edad reglamentaria, empezaron a tomar el volante. “No todos los padres pueden estar tan orgullosos de mis hijos como lo estoy yo”, apunta el protagonista de esta historia.
Un día yo me lo encuentro a uno de ellos en una estación de servicio, y le dije, en joda: che, cuando te cansés de andar en colectivo, avisame, porque en una de esas te los compro. Pero a los pocos días me lo cruzo de nuevo y salió el tema. El 15 de diciembre Guttmann y Cambarieri se me aparecieron en casa, dispuestos a hacer negocio. Eran dos colectivos con carrocería de madera, motor Perkins cadenero, del año 1946; a uno le habían arreglado el motor poco antes y andaba, el otro estaba parado. Arreglamos en tres mil pesos los dos coches, con el permiso transferido a mi nombre, y el chofer Fassolari bajo mis órdenes, empecé el 16 de diciembre de 1968”.
“Eran coches muy viejos, muy gastados, había que trabajar todo los días para arreglarlos, me tocó cambiar la caja de cambios en la madrugada para tenerlo listo a las seis de la mañana para arrancar. La cosa era cumplir los horarios, porque desde el primer día mi compromiso fue el estricto horario”.
Ervin no tiene dudas de que Ceferino Namuncurá lo ayudó, con su protección, pero la historia del emprendimiento no puede contarse en forma completa sin destacar la colaboración de doña Inés Bellini de Balogh, encargada de contar las monedas y atarlas en paquetitos para llevarlas al banco; y los tres muchachos que limpiaban los coches, colaboraban en las reparaciones y bien pronto, apenas llegaron a la edad reglamentaria, empezaron a tomar el volante. “No todos los padres pueden estar tan orgullosos de mis hijos como lo estoy yo”, apunta el protagonista de esta historia.
Parecía imposible, pero llegó. A principios de 1971 la empresa Ceferino tuvo su primer colectivo cero kilómetro propio circulando por las calles de Viedma. Otra vez la excelente memoria de Balogh. “En el año 71 mi suegro Bellini le vendió unos terrenos a Paterno y me ofreció ayuda para comprar un colectivo nuevo. Me fui con esa plata a la fábrica de carrocerías El Indio y encargué un coche largo, sin puerta atrás, para media distancia, sobre un chasis Mercedes Benz 1112. El 17 de enero de 1971 lo traje a Viedma, (ver foto) en ese tiempo estaba filmando una película Juan Fresán (el hijo de don Lázaro) y andaba Carlitos llevándolos a la Boca y a todas partes. Allí empezamos para arriba, sin parar”.Con trabajo y más trabajo la empresa Ceferino siguió progresando. El santito lo protegió aquel día de regreso de El Cóndor, cuando tuvo un fuerte choque contra un camión y salió casi ileso.